viernes, 28 de noviembre de 2014

"Principios de teología". Guillermo de Ockham (1280/1288-1349)


 

 "Dios puede hacer todo lo que, al ser hecho, no incluye contradicción.
  Adviértase que no se dice que Dios puede hacer todo lo que no incluye contradicción, pues entonces podría hacerse a sí mismo; pues Él no incluye contradicción, sino que puede hacer todo lo que, al ser hecho, no incluye contradicción, esto es, todo aquello de lo cual no se sigue contradicción ante esta proposición: "Esto está hecho".
  De cuyo principio se sigue que puede en el género de la causa eficiente todo lo que puede la causa segunda; porque si puede hacer todo lo que, una vez hecho, no incluye contradicción y consta que ninguna causa segunda puede hacer ninguna de aquellas cosas que incluyen contradicción, se sigue que Él puede todo lo que puede la causa segunda.
  Del mismo principio se sigue y queda establecido que Dios puede, prescindiendo de sí mismo, producir y conservar todas aquellas cosas de las cuales una no es parte esencial de la otra ni ninguna de ellas es Dios. Pues incluiría contradicción que se produjera a sí mismo y simultáneamente a otra cosa, puesto que Él mismo no existiría, siendo así que consta que Él es la causa de ser aquello de cuyo ser se sigue lo otro y sin lo cual no sería lo otro.
   A causa del mismo principio se sigue que Dios puede o pudo producir el mundo desde la eternidad, porque esto no incluye ninguna contradicción.
   Del mismo principio se sigue que no conviene que una sustancia creada actúe como sustancia de otra.
   También se desprende que Dios puede aumentar su caridad hasta el infinito o, hablando con más lógica, aumentar infinitamente su caridad porque, donde quiera que se halle la caridad en un grado finito, no se sigue contrariedad de que haya otra mayor que aquélla.
   También queda establecido que Dios puede, más allá de toda criatura, producir otra más noble, distinta en cuanto a su especie, porque, dada cualquier especie de perfección finita, no existe contradicción en que se produzca otra más perfecta que aquélla. Puesto que cualquier especie creada es de una perfección finita.
   Del mismo principio y de la primera conclusión se deduce que Dios puede virtualmente ser odiado por una voluntad creada. Pero Dios, por el contrario, puede hacer todo aquello que una vez hecho no incluye contradicción: luego, puesto que el ser realizado tal precepto no incluye contradicción, porque la criatura puede hacerlo, se sigue que Dios puede ordenarlo.
   Igualmente del mismo principio y de la primera conclusión se desprende que Dios puede inmediatamente hacer por sí mismo, en el orden de la causa eficiente, todo lo que puede mediante la causa segunda. Puesto que puede mediante alguna criatura realizar tal precepto, se sigue que también lo puede realizar por sí mismo; así pues, la voluntad obediente a tal precepto, establecido por Dios, merecería la beatitud".

sábado, 22 de noviembre de 2014

"Confabulario personal". Juan José Arreola (1918-2001)


  

"Armisticio

   Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.
 
 
Libertad
 
   Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmadradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió en un silencio pavoroso.
   Creo que el error consistió en la ruidosa proclama: trompetas y campanas, cohetes y tambores. Y para terminar, unos ingeniosos juegos de moral pirotécnica que se quedaron a medio arder.
    Al final me hallé a solas conmigo mismo. Despojado de todos los atributos de caudillo, la media noche me encontró cumpliendo un oficio de mera escribanía. Con los últimos restos del heroísmo emprendí la penosa tarea de redactar los artículos de una dilatada constitución que presentaré mañana a la asamblea general. El trabajo me ha divertido un poco, alejando de mi espíritu la triste impresión del fracaso.
   Leves e insidiosos pensamientos de rebeldía vuelan como mariposas nocturnas en torno de la lámpara, mientras sobre los escombros de mi prosa jurídica, pasa de vez en cuando un tenue soplo de marsellesa".
 
 
             

viernes, 21 de noviembre de 2014

"El Estado y la revolución". Vladimir Ilich Lenin (1870-1924)


 

"El Estado capitalista desahucia a una familia obrera que, habiendo perdido a la persona que la mantenía, deja de pagar el alquiler. Aparece el alguacil, un policía o un guardia, o un pelotón entero. En un barrio obrero, para ejecutar un desahucio, tiene que acudir un destacamento de cosacos. ¿Por qué? Porque el alguacil y el guardia se niegan a ir sin el auxilio de una nutrida escolta militar. Saben que el espectáculo del desahucio suele provocar en toda la población de los alrededores, en miles y miles de personas, llevadas casi a la desesperación, una ira tan furiosa, un odio tal contra los capitalistas y contra el Estado capitalista, que el alguacil y todo el pelotón de guardias pueden quedar despedazados en un momento. Hacen falta importantes fuerzas armadas, hay que traer a una ciudad unos cuantos regimientos, precisamente de alguna zona alejada para que los soldados no sepan nada de la vida de los pobres de la ciudad, para que no puedan "contagiarse" de socialismo.
  El Estado proletario recurre a la coerción para instalar en la vivienda de un rico a una familia extremadamente necesitada. Nuestro destacamento de la milicia obrera se compone, supongamos, de 15 personas: dos marinos, dos soldados, dos obreros conscientes (bastará que uno de ellos sea miembro de nuestro Partido o simpatizante), un intelectual y ocho trabajadores pobres y, entre ellos, por lo menos, cinco mujeres, criados, peones, etc. El destacamento se presenta en la casa de la familia rica, la revisa y se encuentra con cinco habitaciones ocupadas por dos hombres y dos mujeres. "Ciudadanos -les dicen-, acomódense ustedes por este invierno en dos habitaciones y dejen otras dos para alojar en ellas a dos familias que viven en el sótano. Temporalmente, mientras con la ayuda de los ingenieros (¿usted es ingeniero, verdad?) no hayamos construido buenas viviendas para todos, forzosamente tendrán ustedes que estrecharse un poco. Su teléfono se pondrá a disposición de diez familias, con lo cual se economizarán unas cien horas de trabajo, caminatas por tiendas, etc. Además, hay en su familia dos semiobreros desocupados que pueden ejecutar un trabajo fácil: una ciudadana de 55 años y un ciudadano de 14. Harán diariamente una guardia de 3 horas para velar por la distribución justa de víveres entre las 10 familias y llevar el correspondiente registro. El ciudadano estudiante que forma parte de nuestro destacamento redactará ahora en dos copias esta orden oficial y ustedes tendrán la bondad de firmarnos una declaración por la que se comprometen a cumplirla exactamente".
  Tal podría ser, a mi juicio, expuesta en ejemplos concretos, la diferencia entre el aparato y la administración estatal vieja, burguesa, y la nueva, socialista.
  [...] A nuestro modo de ver, para mitigar los inauditos sufrimientos y desgracias originados por la guerra, así como para curar las horribles heridas que ésta ha causado al pueblo, se impone una democracia revolucionaria, se imponen medidas revolucionarias, cabalmente del tipo de la que hemos puesto como ejemplo en la distribución de viviendas en beneficio de los pobres. Del mismo modo hay que proceder en la ciudad y en el campo con los víveres, con las prendas de vestir, con el calzado, etc. y en el campo, con la tierra y lo demás. Para administrar el Estado en este sentido podemos disponer en seguida de un aparato estatal de unos diez millones de hombres, si no veinte, un aparato como jamás lo ha conocido ningún Estado capitalista. Sólo nosotros podemos crear ese aparato porque contamos con la adhesión completa, sin reservas, de la inmensa mayoría de la población".
 

jueves, 20 de noviembre de 2014

"Hojas de hierba". Walt Whitman (1819-1892)


  

 "5
 
Desde ahora me declaro libre de todo límite y de toda línea imaginaria.
Voy a donde me plazca, soy mi señor total y absoluto,
Escucho a los demás, considero lo que ellos me dicen,
Me detengo, investigo, acepto, contemplo;
Dulcemente, pero con innegable voluntad, me liberto de las trabas que
                                                                                [ quieren retenerme.
 
Aspiro el espacio a bocanadas.
El poniente y levante me pertenecen, y el mediodía y el septentrión me pertenecen.
 
                                        Soy el más vasto y mejor de lo que yo imaginaba.
                                        No sabía que se contuviese en mí tanta bondad.
 
                                        Todo me parece hermoso.
                                        Puedo repetir una y otra vez a hombres y mujeres: me habéis hecho tantos
                                                                                 [ beneficios que quiero haceros otros en cambio.
                                        Haré acopio para mí y para vosotros en mi camino.
                                        Me desparramaré entre los hombres y mujeres en mi camino.
                                        Arrojaré en medio de ellos una nueva alegría y una nueva severidad.
                                        Quienquiera que me niegue no me incomodará.
                                        Todos los hombres y mujeres que me aceptan serán bendecidos y me
                                                                                                                                 [ bendecirán".

miércoles, 19 de noviembre de 2014

"Dioses, tumbas y sabios". C.W.Ceram (1915-1972)


 

 "El recuerdo y la fama de Nínive se grabó en la conciencia de los hombres por las monstruosidades cometidas: asesinatos, pillajes, sumisión de pueblos y opresión de los débiles. La guerra y el terror fueron las únicas normas para conservar el trono que conocieron sus reyes, los cuales raras veces llegaron al fin de sus días de muerte natural y siempre eran sucedidos por príncipes aún más sanguinarios. Senaquerib fue el primero de aquellos césares medio dementes que ocupó el trono de la primera gran metrópoli civilizadora, como mucho más tarde lo fue Nerón en el trono de Roma. Nínive es, en efecto, la Roma asiria, la urbe poderosa, la capital, la metrópoli, la ciudad de los gigantescos palacios, enormes plazas, carreteras sorprendentes, la ciudad que supo resolver problemas técnicos inauditos. Sede de una clase muy reducida de señores que debían su rango y su supremacía sobre los demás a la raza, sangre, nobleza, dinero, violencia o refinada mezcla de todo ello. Esta minoría gobernaba omnímodamente sobre una masa anónima, oprimida, sin derechos, reducida a las condiciones más duras de trabajo, a la esclavitud, a pesar de que más de una vez se les reconociera la libertad. En ampulosos documentos de estilo muy parecidos a los de hoy, se pregonaba el trabajo por el bien común, hacer la guerra en favor del pueblo y sacrificarse por el país, pero éste, siempre fluctuante y oscilando entre la revuelta social y la servidumbre voluptuosa, era una masa ciega, crédula y dispuesta al sacrificio como las reses que se hallaban en los grandes patios de aquellas ciudades; ciudades que ya no son de un dios sino de muchos, traídos a menudo de lejanas tierras, desprovistos de su antiguo vigor generador, ciudades de mentira y de lo que hoy llamaríamos propaganda: política convertida en oficio al servicio permanente de la mentira.
  Así era Nínive.
  [...] Senaquerib inició su reinado adaptando a su modo su genealogía.
  Renegó de su padre, Sargón, y se hizo descendiente directo de los reyes anteriores al Diluvio, de los semidioses como Adapta y Gilgamés. En ello se da un paralelismo histórico que sería erróneo considerar como hecho casual: los césares romanos se coronaron a sí mismos como dioses, ordenando que en todas las provincias se les erigieran estatuas. ¿Y no han pretendido también algunos dictadores occidentales de tiempos más recientes la cualidad de dioses, pretendiendo poseer el don de la infalibilidad, lo que en sus ciudades les confirmó un pueblo descontento, pero obediente?
  [...]
  El relato de sus propias hazañas es exagerado; y las cifras, pura invención. Por su énfasis, corresponden exactamente a las alocuciones habituales en los dictadores modernos dirigidas a mantener la moral de su pueblo y de sus tropas, a conciencia de que la mayoría de la gente creerá tales mentiras. Es un consuelo para nosotros, hombres del siglo veinte, saber que uno de nuestros arqueólogos halló una placa de arcilla, en las ruinas de Babilonia, con la siguiente inscripción lapidaria:
  "Mira para donde quieras, y hallarás que los hombres son estúpidos".

martes, 18 de noviembre de 2014

"La fuerza de existir". Michel Onfray (1959)


 
  "Una metafísica de la esterilidad. La figura del soltero va acompañada de una metafísica real de la esterilidad voluntaria. En efecto, se considera que la subjetividad celosa de su libertad no le permitiría conservar su autonomía, su independencia, incluso su capacidad de poder hacer, aunque no hiviera nada, con un hijo a su cargo (la expresión le cae de maravilla...) Con mayor razón, varios.
  La posibilidad fisiológica de concebir un hijo no obliga a pasar al acto, así como el hecho de poder matar no instituye de ningún modo el deber de cometer un homicidio. Si la naturaleza dice "tú puedes", la cultura no agrega forzosamente "luego debes". Pues podemos someter nuestras pulsiones, instintos y ganas a la tabla analítica de la razón. ¿Por qué tener hijos? ¿En nombre de qué? ¿Para hacer qué? ¿Qué derecho tenemos de traer de la nada a un ser al que sólo le proponemos, in fine, una breve estancia en la tierra antes de retornar a la nada de donde proviene? En gran parte, engendrar corresponde a un acto natural, a una lógica de la especie a la que obedecemos ciegamente, cuando semejante operación, pesada desde el punto de vista metafísico y real, debería responder a una elección razonable, racional e informada.
   Sólo el soltero que ama en grado superior a los niños ve más allá de sus narices y mide las consecuencias de infligir la pena de vida a un "no ser". ¿Es tan extraordinaria, alegre, feliz, lúdica, deseable y fácil la vida que les obsequiamos a los cachorros del hombre? ¿Es necesario amar tanto la entropía, el sufrimiento, el dolor, la muerte que, a pesar de todo, ofrecemos, ese trágico regalo ontológico?
    El niño que nada ha pedido tiene derecho a todo, en especial a que nos ocupemos de él de forma total y absoluta. La educación no es crianza, aquello que suponen los que hablan de educar a los hijos, sino la atención a cada instante y a cada momento. El adiestramiento neuronal necesario para la construcción de un ser no tolera ni un segundo de desatención. Destruimos a un ser con un silencio, una respuesta diferida, un descuido, un suspiro, sin darnos cuenta, cansados de la vida cotidiana, incapaces de ver que lo esencial para el ser en formación se juega no de vez en cuando sino permanentemente, sin tregua.
   Se necesita bastante inocencia e inconsecuencia para emprender la construcción de un ser cuando a menudo, muy a menudo, no se dispone siquiera de medios para una escultura de sí o de una construcción de su propia pareja en la forma que conviene a su temperamento. Freud, no obstante, ya nos previno: se haga lo que se haga, la educación es siempre fallida. Una mirada a la biografía de su hija Anna le da toda la razón.
   El niño que nace en una familia vincula definitivamente el padre a la madre. El señor Perogrullo lo puede confirmar: un hombre (o una mujer) puede dejar de amar a su mujer (o a su marido), pero ella (o él), no obstante, será siempre la madre (o el padre) de sus hijos. La confusión de la mujer, la madre y la esposa -igual que la del hombre, padre y marido- en la pareja tradicional provoca de modo irreparable daños para los niños en cuanto este comportamiento se diluye. El acto de engendrar obra como una nueva trampa que obstaculiza al eros liviano y condena a la pesadez una erótica puesta al servicio de algo que la supera, o sea, de la sociedad.
   No hay, como oigo a menudo, una alternativa que oponga el egoísmo de los que rechazan a los niños a la generosidad compartida de las parejas entregadas a la abnegación, sino seres que sacan provecho, de una y otra parte, de actuar como lo hacen. El egoísmo de los genitores que siguen sus inclinaciones equivale al egoísmo de los que eligen la esterilidad voluntaria. Creo, sin embargo, que sólo un amor real por los niños exime de hacerlo..."

viernes, 14 de noviembre de 2014

"Ética para Amador". Fernando Savater (1947)


   

"Tomarte al otro en serio, es decir, ser capaz de ponerte en su lugar para aceptar prácticamente que es tan real como tú mismo, no significa que siempre debas darle la razón en lo que reclama o en lo que hace. Ni tampoco que, como le tienes por tan real como tú mismo y semejante a ti, debas comportarte como si fueseis idénticos. El dramaturgo y humorista Bernard Shaw solía decir: "No siempre hagas a los demás lo que desees que te hagan a ti: ellos pueden tener gustos diferentes". Sin duda los hombres somos semejantes, sin duda sería estupendo que llegásemos a ser iguales (en cuanto oportunidades al nacer y luego ante las leyes), pero desde luego no somos ni tenemos por qué empeñarnos en ser idénticos. ¡Menudo aburrimiento y menuda tortura generalizada! Ponerte en el lugar del otro es hacer un esfuerzo de objetividad por ver las cosas como él las ve, no echar al otro y ocupar tú su sitio... O sea que él debe seguir siendo él y tú tienes que seguir siendo tú. El primero de los derechos humanos es el derecho a no ser fotocopia de nuestros vecinos, a ser más o menos raros. Y no hay derecho a obligar a otro a que deje de ser "raro" por su bien, salvo que su "rareza" consista en hacer daño al prójimo directa y claramente...
  Acabo de emplear la palabra "derecho" y me parece que ya la he utilizado un poco antes. ¿Sabes por qué? Porque gran parte del difícil arte de ponerse en el lugar del prójimo tiene que ver con eso que desde muy antiguo se llama justicia. Pero aquí no solo me refiero a lo que la justicia tiene de institución pública (es decir, leyes establecidas, jueces, abogados, etc.) sino a la virtud de la justicia, o sea: a la habilidad y el esfuerzo que debemos hacer cada uno -si queremos vivir bien- por entender lo que nuestros semejantes pueden esperar de nosotros. Las leyes y los jueces intentan determinar obligatoriamente lo mínimo que las personas tienen derecho a exigir de aquéllos con quienes conviven en sociedad, pero se trata de un mínimo y nada más. Muchas veces por muy legal que sea, por mucho que se respeten los códigos y nadie pueda ponernos multas o llevarnos a la cárcel, nuestro comportamiento sigue siendo en el fondo injusto. Toda ley escrita no es más que una abreviatura, una simplificación -a menudo imperfecta- de lo que tu semejante puede esperar concretamente de ti, no del Estado o de sus jueces. La vida es demasiado compleja y sutil, las personas somos demasiado distintas, las situaciones son demasiado variadas, a menudo demasiado íntimas, como para que todo quepa en los libros de jurisprudencia. Lo mismo que nadie puede ser libre en tu lugar, también es cierto que nadie puede ser justo por ti su tú no te das cuenta de que debes serlo para vivir bien. Para entender del todo lo que el otro puede esperar de ti no hay más remedio que amarle un poco, aunque no sea más que amarle sólo porque también es humano... y ese pequeño pero importantísimo amor ninguna ley instituida puede imponerlo. Quien vive bien debe ser capaz de una justicia simpática, o de una compasión justa".

jueves, 13 de noviembre de 2014

"La revolución jacobina". Robespierre (1758-1794)


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"¿Hacia qué objetivo nos dirigimos? Al pacífico goce de la libertad y de la igualdad; al reino de la justicia eterna cuyas leyes han sido escritas, no ya sobre mármol o piedra, sino en el corazón de todos los hombres, incluso en el del esclavo que las olvida y del tirano que las niega.
  Queremos un orden de cosas en el que toda pasión baja y cruel sea encadenada; en el que toda pasión bienhechora y generosa sea estimulada por las leyes; en el que la ambición sea el deseo de mereceré la gloria y de servir a la patria; en el que las distinciones no nazcan más que de la propia igualdad; en el que el ciudadano sea sometido al magistrado, y el magistrado al pueblo, y el pueblo a la justicia; en el que la patria asegure el bienestar a todos los individuos y en el que todo individuo goce con orgullo de la prosperidad y de la gloria de la patria; en el que todos los ánimos se engrandezcan  con la continua comunión de los sentimientos republicanos y con la exigencia de merecer la estima de un gran pueblo; en el que las artes sean el adorno de la libertad que las ennoblece, el comercio sea la fuente de la riqueza pública y no la de la opulencia monstruosa de algunas casas.
  En nuestro país queremos sustituir el egoísmo por la moral, el honor por la honradez, las costumbres por los principios, las conveniencias por los deberes, la tiranía de la moda por el dominio de la razón, el desprecio de la desgracia por el desprecio del vicio, la insolencia por el orgullo, la vanidad por la grandeza de ánimo, el amor al dinero por el amor a la gloria, la buena sociedad por las buenas gentes, la intriga por el mérito, la presunción por la inteligencia, la apariencia por la verdad, el tedio del placer voluptuoso por el encanto de la felicidad, la pequeñez de los "grandes" por la grandeza del hombre; y un pueblo "amable", frívolo y miserable por un pueblo magnánimo, poderoso y feliz; es decir, todos los vicios y todas las ridiculeces de la Monarquía por todas las virtudes y todos los milagros de la República.
  En una palabra, queremos realizar los deseos de la naturaleza, cumplir los destinos de la humanidad, mantener las promesas de la filosofía y liberar a la providencia del largo reinado del crimen y de la tiranía.
  Que Francia, en otro tiempo ilustre en medio de países esclavos, eclipsando la gloria de todos los pueblos libres que jamás hayan existido, pueda convertirse en modelo de las naciones, en terror de los opresores, consuelo de los oprimidos, adorno del universo; y que, sellando nuestra obra con sangre, podamos ver brillar la aurora de la felicidad universal... Esta es nuestra ambición: éste es nuestro objetivo.
  ¿Qué tipo de gobierno puede realizar estos prodigios? Solamente el gobierno democrático, o sea republicano. Estas dos palabras son sinónimos a pesar de los equívocos del lenguaje común, puesto que la aristocracia no es república  como no lo es la monarquía.
  La democracia no es un Estado en el que el pueblo -constantemente reunido- regula por sí mismo los asuntos públicos; y todavía menos es un Estado en el que cien mil facciones del pueblo, con medidas aisladas, precipitadas y contradictorias, deciden la suerte de la sociedad entera. Tal gobierno no ha existido nunca, ni podría existir si no fuera para conducir al pueblo hacia el despotismo.
  La democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, guiado por leyes que son el fruto de su obra, lleva a cabo por sí mismo todo lo que está en sus manos, y por medio de sus delegados todo aquello que no puede hacer por sí mismo".