sábado, 31 de enero de 2015

"Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano".- G.W.Leibniz (1646-1716)


  

"Teófilo: Os lo concedo en lo referente a las ideas puras, que contrapongo a las imágenes de los sentidos, y respecto a las verdades necesarias o de razón, que opongo a las verdades de hecho. En tal sentido, hay que afirmar que toda la Aritmética y la Geometría son innatas y están en nosotros de una manera virtual, de suerte que resulta posible encontrarlas si se las considera con atención y dejando de lado lo demás que tenemos en el espíritu, sin servirse de ninguna otra verdad aprendida por medio de la experiencia o por tradición ajena, tal y como Platón lo demostró en un diálogo, en el cual presenta a Sócrates conduciendo a un niño a verdades abstrusas por el solo medio de las preguntas, sin enseñarle nada. Por tanto, es posible fabricarse ciencias enteras en el propio gabinete, e incluso a ciegas, sin aprender mediante la vista o el tacto las verdades necesarias; aunque también es cierto que las ideas de que tratamos no habrían sido consideradas si nunca hubiésemos visto ni tocado nada. Una admirable economía de la naturaleza hace que no podamos tener pensamientos abstractos que no se apoyen en algo sensible, aun cuando no se trate mas que de caracteres como las figuras de las letras, o de sonidos; sin embargo, entre dichos pensamientos y los caracteres no existe ninguna conexión necesaria. Si estas huellas sensibles no fuesen necesarias, tampoco existiría la armonía preestablecida, sobre la cual tendré ocasión de conversar con vos más ampliamente. Pero todo eso no impide que el espíritu tome las verdades necesarias de sí mismo. De vez en cuando, se aprecia lo lejos que podría ir sin ningún tipo de ayuda, como en el caso del muchacho sueco que llegó a hacer de memoria e instantáneamente grandes cálculos, a base de cultivarla, sin haber aprendido la manera usual de contar, ni tampoco a leer ni a escribir, si es que recuerdo bien lo que se me contó al respecto. Cierto es que no llegó a resolver los problemas inversos, como los planteados en la extracción de raíces; pero eso no impide que hubiera podido conseguirlo por sí mismo mediante alguna nueva habilidad de su espíritu. De manera que todo eso lo único que prueba es que existen grados en la dificultad que tenemos para apercibirnos de lo que hay en nosotros mismos. Hay principios innatos que son comunes, y muy sencillos para todos; hay teoremas que, asimismo, se descubren pronto y construyen las ciencias naturales, las cuales son comprendidas mejor por algunos que por otros. En fin, en un sentido más amplio que es bueno utilizar para llegar a nociones más comprehensivas y determinadas, todas las verdades que se pueden deducir de los conocimientos innatos primitivos pueden a su vez ser denominadas innatas, porque el espíritu las puede extraer de su propio fondo, aun cuando a menudo no resulte fácil. Y si alguien da a las palabras otro sentido, no quiero entrar en discusiones referentes a palabras".

viernes, 30 de enero de 2015

"Los doce Césares".- Cayo Suetonio (70 - 126)

 

"LI.- [Nerón Claudio] Era de mediana estatura; tenía el cuerpo cubierto de manchas y hedía; los cabellos eran rubios, la faz más bella que agradable; los ojos azules y la vista débil; robusto el cuello, el vientre abultado, las piernas sumamente delgadas y el temperamento vigoroso. A pesar de sus desenfrenados excesos, sólo se encontró indispuesto tres veces en el espacio de catorce años, y en ellas ni siquiera tuvo que abstenerse del vino ni que variar nada de sus costumbres. No se cuidaba del traje ni apostura y durante su permanencia en Acaya se le vio dejar caer por detrás el cabello, que llevaba siempre rizado en bucles simétricos; se presentó muchas veces en público con trajes de festín, un pañuelo en torno al cuello, sin cinturón y descalzo.
 LII.-Ensayó en su infancia todas las artes liberales pero su madre le disuadió del estudio de la filosofía que, en su opinión, no podía menos que perjudicar a un príncipe destinado a reinar; su preceptor Séneca le prohibió que leyese a los autores antiguos, con objeto de que su discípulo fijara sólo en él su admiración. Se aficionó a la poesía y compuso sin dificultad ni trabajo algunas obras en verso. No es cierto, como se ha pretendido, que diese por suyos los de otro. He tenido en las manos tablillas con versos suyos, fáciles de reconocer y enteramente de su puño. Veíase claramente que no eran copiados ni escritos al dictado de otro sino que eran laborioso fruto de su pensamiento, tantas correcciones y raspaduras tenían. Mostró asimismo gran afición a la pintura y, especialmente, a la escultura.
 LIII.-Ansioso de popularidad, se hacía al punto rival de todo el que, por cualquier medio, se atraía el favor de la multitud. Era creencia común que, no contento con sus triunfos en el teatro, había de descender en el próximo lustro a la arena olímpica con los atletas. Ejercitábase, en efecto, asiduamente en la lucha y en todas las ciudades de Grecia en las que asistió a los juegos gímnicos, lo hizo a la manera de los jueces, sentándose en el suelo en el estadio, y viendo alejarse del centro una pareja de luchadores, corrió a cogerlos y a traerlos a su puesto. Como le comparaban con Apolo por el canto y con el Sol por su destreza en conducir carros, quiso imitar también las hazañas de Hércules; y se dice que le habían domesticado un león con el que debía luchar en el Anfiteatro y matarle con la maza o ahogarle entre los brazos ante el pueblo.
 LIV.-Al término de su vida hizo voto solemne, si triunfaba de sus enemigos, de tocar el órgano hidráulico, la flauta y la gaita durante los juegos que se habrían de celebrar por la victoria; prometió también figurar como histrión el último día de ellas y bailar el Turnus de Virgilio. Y no falta quien dice que hizo perecer al cómico Paris como adversario demasiado temible.
 LV.-Deplorable manía era en él el deseo de perpetuar su memoria, la cual le llevó a cambiar el nombre a muchas cosas y muchas ciudades para sustituirlos con el suyo; llamó Neronniano al mes de abril, y quería que Roma se llamase Nerópolis.
 LVI.-Mostraba un profundo desprecio por los cultos, exceptuando el de la diosa de Siria; pero terminó por burlarse de él también, hasta el punto de orinar sobre su estatua cuando se entregó a otra superstición que fue la única en que persistió. Consistía ésta en venerar una muñeca que le había regalado un hombre del pueblo, a quien no conocía, como amuleto contra las celadas de sus enemigos. Fue descubierta poco después una conspiración, y con este motivo hizo de aquella muñeca su divinidad suprema, la honró con tres sacrificios por día y quiso que se creyese que le presagiaba el porvenir. Pocos meses antes de su muerte empezó a observar las entrañas de las víctimas, sin obtener jamás ningún augurio feliz.
 LVII.-Murió a los treinta y dos años de edad, en el mismo día en que en otro tiempo había hecho perecer a Octavia. El regocijo público fue tal, que la mayoría de los hombres del pueblo corrían por toda Roma cubiertos con el gorro de los libertos".

jueves, 29 de enero de 2015

"La sombra de la cuna".- Isaac Bashevis Singer (1902-1991)


 

"Poco a poco, se fue poniendo más serio. Recordó aquella tarde, años atrás, en que, después de dividir una hoja de papel en varios pedacitos, en cada uno de los cuales había escrito el nombre de una ciudad de provincia, había sacado de un sombrero el papelito que llevaba el nombre de esta ciudad.  ¿Y si le hubiera salido otra? ¿Habría cambiado el rumbo de su vida? Por consiguiente, todo lo que le había ido ocurriendo era fruto del más puro azar. Pero, ¿qué era la suerte en realidad? Si todo estaba predestinado, la suerte no existía. Además, si la casualidad no era sino una categoría de la razón, ciertamente tampoco existía la suerte; su pensamiento fue mucho más allá. Concediéndole la razón a Schopenhauer, lo que Kant llamaba "la-cosa-en-sí", era la voluntad. Pero, entonces, ¿por qué decir que la voluntad es ciega? Si la voluntad universal podía poner de relieve el intelecto de Schopenhauer, ¿por qué no podía la voluntad universal en sí estar dotada de inteligencia? "Tendré que consultar El Mundo como Voluntad y Representación -decidió el doctor Yaretzky-. Tiene que encerrar algún tipo de respuesta. Vergonzosamente, he dejado abandonada mi lectura".
 Se dio cuenta de que estaba en la calle, cerca de la casa del rabino. Sobre una mesa, cerca de la estufa, ardía una vela en un candelabro de cobre. En la mesa se amontonaban libros y manuscritos; el venerable rabino, con la barba desgreñada, un casquete sobre su despejada frente y una gabardina desabrochada sobre una túnica amarilla con flecos, estaba sumido en la lectura de un libro, con un vaso de té en la mano. A un lado tenía el samovar, en el otro un abanico de plumas de gallo que, indudablemente, se utilizaba para aventar el fuego. Todo, al parecer, se hallaba en el sitio preciso. El viejo rabino estaba estudiando uno de sus libros de teología, pero el doctor Yaretzky le observaba asombrado. ¿Se acostaba siempre tan tarde, el rabino, o acaso ya se había levantado? ¿Y qué podía ser lo que le interesara tanto en aquel libro? El rabino parecía ajeno al mundo. [...]
 Los judíos de la ciudad tenían a su rabino por un dios y comentaban su erudición. Sus grandes ojos grises, su frente despejada y toda su toda su apariencia indicaba conocimientos, comprensión, carácter... y algo más, reminiscente de una cultura ajena, impenetrable. Era una pena que el rabino no conociese ni el polaco ni el ruso porque Yaretzky, aunque había aprendido un poco de yiddish en su juventud, no lo entendía lo bastante para conversar con el rabino. El anciano parecía, ahora, más espiritual que nunca. Confundido con la noche semejaba un antiguo sabio, a la vez santo y filósofo... un Sócrates hebreo o un Diógenes. Su sombra se proyectaba hasta el techo.
 "¿De dónde sacan tan enormes frentes?" -se preguntó Yaretzky.
 Recordó lo que los otros judíos le habían dicho... que el rabino era un gaon, un genio. Pero, ¿qué clase de genio? ¿Y cómo podía aceptar un mundo lleno de pesares?
 "¡Daría cien rublos por saber lo que está leyendo! - pensó Yaretzky. Pero, de una cosa sí estoy seguro: ni siquiera se ha enterado de que hay un baile esta noche. Físicamente viven junto a nosotros, pero espiritualmente están en algún lugar de Palestina, en el Monte Sinaí o sabe Dios dónde. Puede que no sepa que está en el siglo diecinueve, ni siquiera que está en Europa. Existe, pero más allá del tiempo y del espacio..."
 Yaretzky recordó entonces algo que había leído en un periódico: los judíos no registran su historia, carecen del sentido cronológico. Parece como si, instintivamente, supieran que el tiempo y el espacio son mera ilusión. Si esto fuera así, ¿podrían tal vez penetrar las categorías de la razón pura y concebir la cosa-en sí, lo que está tras el fenómeno?"

miércoles, 28 de enero de 2015

"Rayuela".- Julio Cortázar (1914-1984)

  

"146
Carta al Observer:
Estimado señor:
¿Ha señalado alguno de sus lectores la escasez de mariposas este año? En esta región habitualmente prolífica casi no las he visto, a excepción de algunos enjambres de papilios. Desde marzo sólo he observado hasta ahora un Cigeno, ninguna Etérea, muy pocas Teclas, una Quelonia, ningún Ojo de Pavorreal, ninguna Catocala y ni siquiera un Almirante Rojo en  mi jardín, que en verano pasado estaba lleno de mariposas.
 Me pregunto si esta escasez es general, y en caso afirmativo, ¿a qué se debe?
                             M. Washbourn.
                                                                      Pitchcombe, Glos.


147
¿Por qué tan lejos de los dioses? Quizá por preguntarlo.
¿Y qué? El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas. ¿Qué epifanía podemos esperar si nos estamos ahogando en la más falsa de las libertades, la dialéctica judeocristiana? Nos hace falta un Novum Organum de verdad, hay que abrir de par en par las ventanas y tirar todo a la calle, pero sobre todo hay que tirar también la ventana, y nosotros con ella. Es la muerte, o salir volando. Hay que hacerlo, de alguna manera hay que hacerlo. Tener el valor de entrar en mitad de las fiestas y poner sobre la cabeza de la relampagueante dueña de casa un hermoso sapo verde, regalo de la noche, y asistir sin horror a la venganza de los lacayos".

 

martes, 27 de enero de 2015

"Las palabras y las cosas".- Michel Foucault (1926-1984)

  

"Don Quijote esboza lo negativo del mundo renacentista; la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo, las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan , llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica: no son más que lo que son; las palabras vagan a la aventura, sin contenido, sin semejanza que las llene; ya no marcan las cosas; duermen entre las hojas de los libros en medio del polvo. La magia, que permitía el desciframiento del mundo al descubrir las semejanzas secretas bajo los signos, sólo sirve ya para explicar de modo delirante por qué las analogías son siempre frustradas. La erudición que leía como un texto único la naturaleza y los libros es devuelta a sus quimeras: depositados sobre las páginas amarillentas de los volúmenes, los signos del lenguaje no tienen ya más valor que la mínima ficción de lo que representan. La escritura y las cosas ya no se asemejan. Entre ellas, Don Quijote vaga a la aventura.
 Sin embargo, el lenguaje no se ha convertido en algo del todo impotente. Detenta, de ahora en adelante, nuevos poderes que le son propios. En la segunda parte de la novela, Don Quijote encuentra personajes que han leído la primera parte del texto y que lo reconocen a él, hombre real, como el héroe del libro. El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se convierte en objeto de su propio relato para sí mismo. La primera parte de las aventuras desempeña en la segunda el papel que asumieron al principio las novelas de caballería. Don Quijote debe ser fiel a este libro en el que, de hecho, se ha convertido; debe protegerlo contra los errores, las falsificaciones, las continuaciones apócrifas; debe añadir los detalles omitidos, debe mantener su verdad. Pero el propio Don Quijote no ha leído este libro y no podrá hacerlo, puesto que es él en carne y hueso. Él, que a fuerza de leer libros, se había convertido en un signo errante en un mundo que no lo reconoce, se ha convertido ahora, a pesar de sí mismo y sin saberlo, en un libro que detenta su verdad, recoge exactamente todo lo que él ha hecho, dicho, visto y pensado y permite, en última instancia, que se le reconozca en la medida en que se asemeja a todos estos signos que ha dejado tras sí como un surco imborrable. Entre la primera y la segunda partes de la novela, en el intersticio entre estos dos volúmenes y por su solo poder, Don Quijote ha tomado su realidad. Realidad que sólo debe al lenguaje y que permanece por completo en el interior de las palabras. La verdad de Don Quijote no está en la relación de las palabras con el mundo, sino en esta tenue y constante relación que las marcas verbales tejen entre ellas mismas. La ficción frustrada de las epopeyas se ha convertido en el poder representativo del lenguaje. Las palabras se encierran de nuevo en su naturaleza de signos.
 Don Quijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ella la razón cruel de las identidades y de las diferencias juguetear al infinito con los signos y las similitudes; porque en ella el lenguaje rompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura; porque la semejanza entra allí en una época que es para ella la de la sinrazón y de la imaginación. Una vez desatados la similitud y los signos, pueden constituirse dos experiencias y dos personajes pueden aparecer frente a frente. El loco, entendido no como enfermo, sino como desviación constituida y sustentada, como función cultural indispensable, se ha convertido, en la cultura occidental, en el hombre de las semejanzas salvajes".
 

domingo, 25 de enero de 2015

"Cuentos de Canterbury".- Geoffrey Chaucer (1343-1400)

  

"Examina asimismo si se conforma a razón el consejo de los que propugnan pronta venganza. Bien conoces que no, porque la razón y la ley exigen que nadie se vengue de nadie, sino que apele al juez competente y vea si tiene derecho a desquite, ya riguroso o temprano, como disponga la ley. Igualmente considera si tu poder y fuerza pueden cumplir tu propósito y el de tus aconsejadores. En verdad puedes decir que no, pues hablando en puridad no se pueden hacer otras cosas que las legalmente ejecutables. Y así, legalmente no te debes tomarte la venganza por tu mano y, por lo tanto, tu poder no te permite cumplir tu proyecto.
 Y ahora veamos el tercer punto, que Tulio llama consecuencia. Tú estimas tu venganza como un resultado de lo sucedido pero de ella se dimanarían otras venganzas, peligros, guerras y males innúmeros que, por ahora, no vemos.
 El cuarto punto llámalo Tulio engendramiento. El agravio sufrido se ha engendrado en el odio de tus enemigos, y en tu venganza se engendraría otra venganza y muchas turbaciones y empobrecimientos, según dijimos.
 Pasando, señor, al punto que Tulio llama causas, has de comprender que el agravio sufrido por ti obedece a causas que denominan los sabios oriens y efficiens, causa longinqua y causa propinqua, esto es, causa lejana y causa próxima. La causa lejana es Dios omnipotente, causa de todas las cosas. La causa próxima fueron tus enemigos. La causa ocasional fue el odio. La material las cinco heridas de tu hija. La formal es el modo de obrar, esto es que tus enemigos vinieron con escalas y franquearon las ventanas. La causa final consistió en querer matar a tu hija, lo que si no sucedió no se debió a falta de voluntad en ellos.
 Pero, hablando de la causa remota, y tocando al punto de cuál fue el fin con que vinieron, o a lo que al final de todo esto podrá ocurrirnos, yo no puedo juzgar sino mediante conjeturas y presunciones. Desde luego, paréceme que todo abocará a un mal fin, porque el Libro de los Decretos dice que "rara vez muy difícilmente concluirá bien lo que comenzó mal".
 Si me preguntaren, señor, por qué ha consentido Dios que se perpetrase contra ti esa villanía, no sabría qué responder, pues ya dice el Apóstol: "Muy profundos son los juicios y la sabiduría de Dios y ningún hombre puede comprenderlos ni escudriñarlos debidamente". Pero, ateniéndose a determinadas suposiciones, paréceme que Dios, que es justo y recto, debe haber permitido este lance por razonada y equitativa causa.
 Tu nombre de Melibeo significa libador de miel. En efecto, has libado tanta dulce miel de riquezas temporales y mundanos honores y delicias que estas como embriagado y has olvidado a Jesucristo, tu Creador, no haciéndole la honra y acatamiento que debías. Tampoco te cuidaste de las palabras de Ovidio, que dice: "Bajo la miel de los bienes corporales se esconde el veneno que mata el alma". Y señala Salomón: "Si hallas miel, come la necesaria, pues si comieres sin tasa la vomitarás y te verás menesteroso y pobre".
 Quizá Cristo, en su venganza, haya desviado de ti su faz y oídos misericordiosos, consintiendo que seas castigado de la manera que pecaste. Porque has ofendido a Cristo, nuestro Señor, dejando que los tres enemigos del género humano, mundo, demonio y carne, penetrarán en tu corazón por las ventanas de tu cuerpo y no defendiéndote lo bastante contra sus acometidas y tentaciones. O sea, que los pecados morales han entrado en tu corazón por tus cinco sentidos. Y semejantemente Cristo, nuestro Señor, ha querido y autorizado que tus tres enemigos entraran en tu casa por las ventanas e hirieran a tu hija del modo que sabemos".

sábado, 24 de enero de 2015

"Cartas persas".- Barón de Montesquieu (1689-1755)

 

"Carta LVIII
Rica a Redi, en Venecia
 
 En París, querido Redi, hay muchos oficios. Aquí un sujeto servicial por un poco de dinero te ofrece el secreto de hacer oro. Otro te promete hacer que duermas con los espíritus aéreos con que te prives de hablar con mujeres no más que por espacio de treinta años. Toparás con adivinos tan inteligentes que te contarán todos los sucesos de tu vida con sólo un cuarto de hora que tengan de conversación con tus criados.
 Mujeres muy diestras convierten la virginidad en una flor que todos los días muere y renace, y a las cien veces se coge con más dolor que la primera. Otras hay que deshaciendo a poder de su arte todos los agravios del tiempo, saben restablecer en una cara una hermosura decadente, y cogiendo a una mujer en el ápice de la vejez hacerla bajar hasta la más florida juventud.
 Todo esto vive o hace por vivir en una ciudad que es madre de la invención. Las rentas de sus vecinos no se arriendan, que sólo consisten en habilidad y maña, y cada uno tiene la suya, a la que da cuanto valor puede.
 Quien pudiese contar todos los molalíes que aquí andan a caza de las rentas de una mezquita, contaría las arenas del mar y los esclavos de nuestro monarca. Infinidad de maestros de lenguas, artes y ciencias enseñan lo que no saben: habilidad muy particular, porque poco ingenio se requiere para enseñar uno lo que sabe, pero es menester tenerla muy grande para enseñar lo que ignora.
 Aquí es imposible morirse como no sea de repente; de otro modo no puede asaltar a nadie la muerte, que a cada esquina hay quien vende antídotos infalibles contra todas las dolencias imaginables. Las tiendas están todas tendidas con invisibles redes donde se prenden todos los compradores. No obstante algunas veces salen de ellas a poca costa, y una mercadera muchacha está halagando una hora a un hombre para que compre un mazo de mondadientes.
 Todos cuantos se van de este pueblo son más cautos que cuando vinieron, que a puro dar su caudal a los demás aprenden a guardarle; y éste es el único beneficio que sacan los forasteros de su residencia en esta encantadora ciudad.
                                           De París, a 10 de la luna de Safar, 1714".

viernes, 23 de enero de 2015

"Adiós a la razón".- Paul Feyerabend (1924-1994)

            

"Por otro lado, está claro que los científicos no poseen ni dinero ni la fuerza para exponer su campo de trabajo a la enorme cantidad de ideas que han sido creídas y respetadas en las sociedades en que viven. Tienen que seleccionar, tienen hacer una elección, tienen que eliminar sugerencias sin haberlas examinado de la forma que acaba de describirse. Aquí la ciencia no se diferencia de la vida cotidiana. Nosotros también elegimos profesiones, campos de interés, pareja, países, tomamos decisiones que nos afectan a nosotros mismos o a otros de una forma fundamental sin un detallado estudio de todas las rutas, pero rechazamos otras simplemente, sin arrojar ni una mirada en su dirección, y esto es lo adecuado, pues todavía no han tenido éxito los hombres sabios de todos los tiempos en iniciar siquiera un estudio completo de todas las posibles historias vividas.
 La analogía entre la ciencia y la vida va más allá. La decisión de pasar por alto posibilidades importantes conduce siempre a cambios irreversibles: habiendo decidido vivir con preferencia en un país, aprendo su idioma; me familiarizo con su arte, literatura, burdeles; hago amistades, y con todo esto llego a ser una persona muy diferente de la que hizo la elección. Igualmente, la decisión de invertir dinero, energía, formación o esfuerzo intelectual en un determinado programa científico cambia ciencia y sociedad de una forma que imposibilita volver de nuevo a la decisión y al punto de partida. Precisamente en los campos puramente teóricos ocurren cambios irreversibles. Cuando se acababa de presentar la teoría de la relatividad, a mucha gente le chocaba aquella extraña forma de hacer física y estaba dispuesta a rechazarla al menor pretexto. Posteriormente no hubiera sido posible desalojarla ni con argumentos mucho más fuertes.
 Por eso podemos decir que una decisión científica es una decisión existencial, que, más que seleccionar posibilidades de acuerdo a métodos previamente determinados desde un conjunto preexistente de alternativas, llega a crear esas mismas posibilidades. Todo estadio de la ciencia, toda etapa de nuestras vidas han sido creados por decisiones que ni aceptan los métodos y resultados de la ciencia ni son justificados por los ingredientes conocidos de nuestras vidas".

jueves, 22 de enero de 2015

"Cartas de España".- José Blanco White (1775-1841)


  

"Tenía entonces unos diez años y aunque para mi edad era muy aficionado a la lectura, mi relación con los libros no se extendía más allá de una Historia Sagrada, o colección de narraciones sacadas del Antiguo Testamento, un repertorio de vidas de los santos del calendario católico -de entre los que prefería a los mártires porque nunca me fueron simpáticos los santos modernos-, una obrita que contenía un divertido milagro de la Virgen para cada día del año y, lo mejor de todo, una traducción española del Telémaco, de Fenelón, que leí y releí hasta casi sabérmela de memoria. Con gran alegría me enteré de que al aprender latín tendría que leer historias muy parecidas a las de mi favorito el príncipe de Itaca. Sin embargo, me daban muy poco tiempo para los estudios, no fuera que mi afición a los libros me hiciera aborrecer los negocios mercantiles. Pero mi espíritu había tomado una inclinación decisiva: odiaba el escritorio y amaba mis libros. Como la cultura y la Iglesia eran entonces para mí dos ideas inseparables no vacilé en confesarle a mi madre que no quería ser otra cosa que sacerdote. [...]
 Es cierto que en todos los tiempos y en todos los países los acontecimientos decisivos de la vida están estrechamente relacionados con pequeños incidentes de la niñez, pero este hecho, en vez de servir de descargo, entraña por el contrario la acusación más grave contra el bárbaro y astuto sistema que tiende unos lazos en los que la inocencia confiada puede perder todas las posibilidades de su futura paz, de su felicidad y su virtud casi en el mismo umbral de la vida. [...] en mi caso, el tenor y color de mi vida quedaron fijados desde el momento en que expresé mi deseo infantil de ser sacerdote. Sin embargo, el deseo de saber, que fue lo que me traicionó para que entrara por el camino de la infelicidad, no ha abandonado nunca a su víctima. Creo que no hubiera sido feliz de haber vivido sin educación y sin cultura. Por eso aunque los conocimientos de que se alimenta mi espíritu son escasos y sólo han sido asimilados a medias, no los cambiaría por una vida sin placeres intelectuales y puesto que las circunstancias no me permiten otro camino de felicidad espiritual que por el que ando tan dolorosamente, bendigo la hora en que empecé a caminar por él y sólo lamento el destino que determinó mi nacimiento en un país católico".

martes, 20 de enero de 2015

"La saga-fuga de J.B.".- Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999)


  

"Aparte, amigo mío, de que uno de los daños peores que pueden infligirse a las generaciones futuras es mantenerlas en la creencia de que el amor es cosa cuasidivina. Al amor hay que desacralizarlo y a los jóvenes hay que imbuirlos en la idea de que eso que hasta ahora se llama Amor, con A mayúscula, no es más que el despliegue coaccionado, cuando no impedido, de la sexualidad, actividad natural que los hombres nos hemos empeñado en mixtificar por el procedimiento de hacerla difícil o imposible. Si usted, en vez de abstenerse de todo contacto con hembras en nombre de la fidelidad imaginaria a una mujer que no existe, participase en las metódicas, casi diría en las científicas orgías a que, en fechas fijas y con sincronismo gimnástico, nos entregamos sus amigos, comprobaría que eso que llama Amor no es otra cosa que el resultado de las perturbaciones cerebrales causadas por la acumulación de semen en las vesículas de Graaf, las cuales, una vez vacías, dejan de enviar venenos al cerebro hasta que vuelven a llenarse. No niego que el ejercicio del sexo sea una actividad placentera pero también lo es merendarse una empanada de lampreas y no por eso se nos ocurre inventar una metafísica de la merienda, menos aún considerar que la secreción de jugos gástricos, la masticación, la deglución, la digestión y la defecación sean operaciones trascendentales y misteriosas que unas veces conducen al hombre a la ataraxia y otras a la tragedia. No, amigo mío, no hay que desquiciar las cosas ni, como vulgarmente se dice, mear fuera del caldero. El Amor no existe, existe el sexo. Y el sexo ocupa un lugar importante dentro de las actividades normales del hombre natural, pero de las meramente fisiológicas. Lo que llamamos Amor podría muy bien  denominarse una complicación artificial añadida por cientos de generaciones de cerebros ociosos a la cosa más natural del mundo. Y cuento entre ellos, ante todo, a los poetas, que se han apoderado del sexo como de  cosa exclusiva, han causado con ello a los hombres un daño irreparable y han pretendido, por ello mismo, constituirse en ciudadanos excepcionales, en intérpretes del Misterio Universal, en mensajeros de la Divinidad. ¿Y qué han logrado? Formar, ni más ni menos, parte de la caterva reaccionaria del oscurantismo, aun en aquellos casos eminentes en que se declaran progresistas, con la sola excepción de Lucrecio, que tuvo valor para ver la realidad como es  y hacerla objeto de su Poesía. Le faltó, eso sí, confesar la nimiedad de su Arte, pero no podemos acusarle por ello ya que en su tiempo la Ciencia no había alcanzado la prepotencia del nuestro y, quiérase o no, la Poesía aparecía entonces como única actividad superior. Pero, ¿y hoy? ¿Podemos afirmar que Víctor Hugo sea superior a Darwin? Nadie, con dos dedos de frente, se atrevería a decirlo en voz medianamente alta. Y al hablar de la Poesía, incluyo a todos las Artes y, por supuesto, a la Música, que es algo porque es una Ciencia, pero que por sí misma tiene escaso valor por mucho que los músicos proclamen su equivalencia a la más alta Filosofía. No se dan cuenta los pobres de que la Alta Filosofía bien poca cosa es, que no hay más verdadera Filosofía que la positiva y que, a los hombres razonables y realistas, la única música que nos importa es la que se toca con las trompas de Falopio".