viernes, 22 de julio de 2016

"La necesidad del arte".- Ernst Fischer (1899-1972)


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Capítulo 5: La pérdida y el descubrimiento de la realidad
El arte y las masas

 "Los esfuerzos de la literatura y del arte socialistas para descubrir nuevas realidades sociales fueron temporalmente frenados por la burocracia e incluso hoy todavía estos esfuerzos pueden chocar con una oposición burocrática. Las dificultades de la época de transición por la que pasamos actualmente obedecen a causas más profundas, sin embargo, que la simple interferencia burocrática. La tarea decisiva de la literatura y del arte socialista contemporáneos -la representación de la nueva realidad con medios de expresión apropiados- está íntimamente ligada a otro problema contemporáneo: la entrada de millones de hombres en la vida cultural.
 En la época en que Goethe escribía Faust, el noventa por ciento de los habitantes del Gran Ducado de Weimar eran analfabetos. El arte y la literatura eran un privilegio de una minoría muy reducida. La sociedad industrial, en cambio, tiene necesidad de personas que sepan leer y escribir. Los conocimientos y, con ellos, la necesidad de más conocimientos, han aumentado al mismo tiempo que la industria: "Una de las funciones más importantes del arte -escribía Walter Benjamín- ha sido siempre crear una demanda para la cual todavía no ha sonado la hora de la satisfacción total."
 André Breton decía: "Una obra de arte sólo tiene valor si en ella vibra el futuro." Pero, aparte de esta anticipación del futuro por la "vanguardia", existe la necesidad de reconquistar el terreno perdido, que toma esencialmente la forma de una necesidad de distracciones. Aprovechar esta demanda es el objetivo esencial de los productores y distribuidores del "arte de masas" en el mundo capitalista. Las inmensas posibilidades de la reproducción mecánica permiten distribuir buenos libros en escala masiva, reproducir buenos cuadros en gran cantidad, "poner en conserva" buenas obras musicales y proyectar buenas películas ante millones de espectadores. Pero el mundo capitalista ha descubierto grandes posibilidades de beneficios produciendo estupefacientes artísticos. El productor de estos estupefacientes parte del supuesto de que la mayoría de los consumidores son trogloditas y de que debe satisfacer sus instintos bárbaros. A partir de este supuesto, suscita efectivamente estos instintos, los mantiene despiertos y los estimula sistemáticamente. La visión de ensueño se comercializa: la muchacha pobre se casa con el millonario; el joven humilde supera con la fuerza bruta todos los obstáculos y vence a todos sus adversarios en  un mundo hostil y complejo. El tema del cuento de hadas es actualizado y lanzado al mercado. Y todo esto en un época en que los escritores y artistas luchan contra los clisés y buscan dolorosamente los medios de reproducir una nueva realidad.
 Este divorcio es inquietante: por un lado, la necesaria búsqueda de nuevos medios para expresar nuevas realidades, la conciencia de que "nuestros medios artísticos se han agotado; estamos cansados de ellos y buscamos nuevas vías" (Thomas Mann); por otro lado, masas humanas para las cuales incluso el arte antiguo es algo absolutamente nuevo y que todavía deben aprender a distinguir lo bueno de lo malo; su gusto no ha sido formado todavía y está por crear su facultad de apreciación de la calidad. En la novela Doktor Faustus de Thomas Mann, el compositor Adrian Leverkühn cree que todo el arte debe ser liberado "de su soledad frente a una minoría educada llamada 'el público', pues esta minoría dejará pronto de existir, no existe ya y entonces el arte se quedará solo, solo hasta la muerte, a menos que encuentre el camino del 'pueblo' o, para decirlo en otros términos menos románticos, de los seres humanos". Si esto se produjese el arte "se consideraría nuevamente como el servidor de una comunidad, de una comunidad unificada por algo más que la instrucción, una comunidad que no tendría cultura sino que sería, quizá, cultura... un arte íntimamente ligado a la humanidad."
 En la Unión Soviética se asiste a un intenso esfuerzo en este sentido. En la sociedad burguesa moderna, el arte se considera como una especie de fantasía, de distracción, indigno de la atención o la política. El mundo socialista toma el arte en serio".  

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