miércoles, 18 de octubre de 2017

"Un mundo feliz".- Aldous Huxley (1894-1963)

 
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«-Los primeros experimentadores -fue diciendo el D.I.A.*- iban por mal camino. Creyeron que podían hacer de la hipnopedia un instrumento de educación intelectual...
 Un niño dormido sobre el lado derecho, el brazo laxo fuera de la cama, con la mano colgando. Una voz habla quedamente por entre la rejilla redonda que cubre uno de los costados de una caja.
 "El Nilo es el mayor río del África y el segundo del mundo en longitud. Aunque más corto que el Mississipi-Missouri, el Nilo está a la cabeza de todos los ríos por la extensión de su cuenca, que abarca 35 grados de latitud..."
 Al día siguiente, al desayuno, se le preguntaba:
 -Tomasín, ¿sabes cuál es el mayor río de África?
 Y el niño sacudía la cabeza.
 -¿Y no te acuerdas de algo que empieza "El Nilo es el..."?
[...]
 Tomasín se echaba a llorar.
 -No lo sé, decía lloriqueando. Estos lloriqueos desesperanzaron a los primeros investigadores. Se abandonaron las experiencias y no se volvió a pensar en enseñar a los niños, durante el sueño, la longitud del Nilo. Bien hecho. No se puede aprender una ciencia sin saber perfectamente de lo que se trata. Sin embargo, si hubiesen comenzado por la educación moral... -dijo el Director guiándoles hacia la puerta. Los alumnos le siguieron garrapateando desesperadamente, mientras andaban y dentro del ascensor-. La educación moral, que no debe nunca ser racional en modo alguno.  
[...]
Cincuenta metros recorridos de puntillas lleváronles a una puerta que el Director abrió cuidadosamente. Entraron en la penumbra de un dormitorio con las ventanas cerradas. Ochenta camitas se alineaban a lo largo de la pared. Sentíase el rumor de respiraciones lentas y regulares, y un murmullo continuo, como de voces muy quedas que susurraban lejos.
 Una niñera se levantó cuando entraron y cuadróse ante el Director.
 -¿Cuál es la lección de esta tarde? -preguntó.
 -Ha sido el Sexo Elemental durante los primeros cuarenta minutos -respondió-. Pero ahora hemos conectado con la de elementos del Sentido de las Clases Sociales.
 El Director recorrió lentamente la larga fila de camitas. Entregadas al sueño, ochenta rosadas criaturas yacían, respirando suavemente. De debajo de cada almohada salía un susurro. El D.I.A. se detuvo e, inclinándose sobre una cama, escuchó atento.
 -¿Elementos del Sentido de las Clases Sociales, decíais? Lo haremos repetir un poco más alto en el altavoz.
 Al extremo del cuarto había uno de estos, que sobresalía del muro. Fue hasta él el Director y oprimió un interruptor.
 "...visten de verde", decía una voz suave, pero clara, comenzando por la mitad de la frase, "y los niños Deltas, de caqui. ¡Oh, no, no quiero jugar con los niños Deltas! Y los Epsilones son aún peores. Son demasiado tontos para aprender a leer y escribir. Además, van de negro, que es un color antipático. ¡Cuán contento estoy de ser un Beta!"
 Hubo una pausa; continuó la voz:
 "Los niños Alfas van de gris. Trabajan mucho más que nosotros porque son prodigiosamente inteligentes. La verdad es que estoy muy satisfecho de ser un Beta, pues no tengo un trabajo tan pesado. Y además somos mucho mejores que los Gammas y los Deltas. Los Gammas son unos tontos. Visten de verde. Y los niños Deltas de caqui. No, no, no quiero jugar con los niños Deltas. Y los Epsilones son aún peores. Son demasiado tontos para aprender..."
 El Director dio vuelta a la llave y la voz cesó. Sólo un susurro fantasmal continuó bajo las ochenta almohaditas.
 -Se les repetirá aún cuarenta o cincuenta veces antes de que se despierten; y lo mismo el jueves y el sábado, ciento veinte veces, tres veces por semana, durante treinta meses. Tras lo cual pasarán a otra lección más adelantada.
 Rosas y sacudidas eléctricas, el caqui de los Deltas y una bocanada de asafétida, unidos indisolublemente antes de que el niño supiese hablar. Pero el acondicionamiento sin palabras es grosero y rudo; no puede hacer captar las distinciones más finas, no puede inculcar las normas de conducta más complejas. Para eso son necesarias las palabras, pero palabras sin razón. Hipnopedia, en suma.
 -La mayor fuerza moralizadora y socializadora de todos los siglos.
 Los alumnos lo escribieron en sus cuadernos. Ciencia bebida en la propia fuente.
 El Director oprimió de nuevo el interruptor:
 "... prodigiosamente inteligentes -decía la voz dulce, insinuante-. La verdad es que estoy muy satisfecho de ser un Beta, pues..."
 No como gotas de agua, aunque el agua es capaz, en verdad, de horadar a la larga el más duro granito, sino como gotas de lacre derretido que se adhieren, se incrustan, se incorporan al objeto sobre el que caen, hasta que por fin la roca quede convertida en un bloque escarlata.
 -Hasta que al fin la mente del niño sea esas sugestiones, y la suma de esas sugestiones sea la mente del niño. Mas no sólo la mente del niño, sino también la del adulto y para toda su vida. La mente que juzga, y desea y decide, integrada por esas sugestiones. ¡Pero he aquí que todas esas sugestiones son nuestras sugestiones! -el Director casi gritó de orgullo-. Sugestiones del Estado -golpeó sobre la mesa más próxima-, y por consiguiente...
 Un ruido le hizo volverse.
 -¡Oh, Ford! -dijo cambiando de tono-. ¡He despertado a los chiquillos!»
 
 
*Director de Incubación y Acondicionamiento.  

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