domingo, 10 de diciembre de 2017

La caza de la sabiduría.- Nicolás de Cusa (1401-1464)


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39.-Epílogo

«Puesto que no se ha hecho nada que no se haya podido hacer y nada se puede hacer a sí mismo, se sigue que hay un triple poder: el poder hacer, el poder-ser-hecho y el poder que ha sido hecho. Anterior al poder que ha sido hecho es el poder-ser-hecho, anterior al poder-ser-hecho es el poder hacer. Principio y límite del poder-ser-hecho es el poder hacer. El poder que ha sido hecho ha sido hecho del poder-ser-hecho por el poder hacer.
 El poder hacer, por ser anterior al poder-ser-hecho, ni es algo hecho ni puede ser hecho otro. Es por consiguiente todo lo que puede ser. No puede por ello ser más grande, y a esto lo llamamos lo máximo; y tampoco puede ser más pequeño, y a esto lo llamamos lo mínimo; tampoco puede ser otro. Es por tanto causa eficiente, formal o ejemplar y final de todas las cosas, por ser límite y fin del poder-ser-hecho y, por ello, del poder ser de lo que ha sido hecho. Así, todas las cosas que pueden ser hechas y las que han sido hechas se encuentran de antemano en el poder hacer mismo, como en su causa eficiente, formal y final. El poder hacer está en todas las cosas como la causa absoluta en lo causado por ella.
 Ahora bien, el poder-ser-hecho es en todas las cosas que han sido hechas aquello que ha sido hecho, ya que nada ha sido hecho en acto sino aquello que pudo ser hecho, pero es bajo un modo de ser diferente: de un modo más imperfecto, en potencia, y de un modo más perfecto, en acto. Por consiguiente, el poder-ser-hecho y el poder que ha sido hecho no son diferentes en su esencia. Pero el poder hacer, aunque no sea otro, sin embargo por ser causa de la esencia no es la esencia. La esencia, en efecto, está causada por el poder hacer.
 Pero dado que el poder-ser-hecho no es el poder que ha sido hecho, el poder-ser-hecho no ha sido hecho del poder-ser-hecho, sino que con anterioridad al poder-ser-hecho no hay nada sino el poder hacer. Por eso se dice que el poder-ser-hecho ha sido hecho de la nada. Así decimos que el poder hacer precede a la nada, pero no el poder-ser-hecho. Por eso decimos que el poder-ser-hecho ha sido creado, ya que ha sido producido, no hecho, por el poder hacer.
 Pero puesto que al mismo poder hacer absoluto lo llamamos el omnipotente, decimos de él que es eterno, no hecho ni creado, y que no puede ser aniquilado ni llegar a ser de un modo diferente de como es, porque es anterior a la nada y al poder-ser-hecho. Y de él negamos todas las cosas que son nombrables, pues son posteriores al poder-ser-hecho. En efecto, lo nombrable presupone el poder-ser-hecho, es decir, presupone el poder ser nombrado.
 El poder-ser-hecho tiene su límite solamente en el poder hacer. Por esa razón no será aniquilado. Pues si esto se hiciera, podría ser hecho. ¿Cómo, entonces, debería ser aniquilado el poder-ser-hecho? Es por tanto perpetuo, puesto que tiene comienzo pero no puede ser aniquilado sino que su límite es su comienzo. Ahora bien, de las cosas que pueden ser hechas algunas son las primeras, otras son posteriores a las primeras y las imitan. Puesto que en las primeras su poder-ser-hecho es en acto y completo, se sigue que son perpetuas, al igual que lo es su poder-ser-hechas. En las cosas que siguen, el poder-ser-hecho no es completo y perfecto, sino que son según el modo que corresponde a la imitación de lo que es completo. Por ello no son perpetuas, sino que imitan a las que son perpetuas. Aquello, en cambio, que no es perpetuo ni estable, sino que lo imita, es inestable y temporal. Esto es una breve repetición de lo que hemos dicho con anterioridad.
 Sin embargo, puesto que en el oficio propio de esta caza general de la sabiduría nos vemos confirmados mediante casos particulares, apliquemos esta forma de la caza a un objeto sensible, por ejemplo, el calor. Dejemos establecido lo siguiente: hay un triple poder, es decir, poder hacer caliente, el poder-ser-hecho caliente y el poder que ha sido hecho caliente. Y procedamos ahora en la forma que corresponde a la contracción a un caso particular. Podemos entonces decir: el poder que ha sido hecho caliente tiene, con anterioridad a sí, el poder-ser-hecho caliente, pero el poder-ser-hecho caliente no puede hacerse a sí mismo caliente en acto. Por consiguiente, con anterioridad al poder-ser-hecho caliente está el poder hacer caliente. El poder hacer caliente, puesto que precede al poder-ser-hecho caliente, es en consecuencia todo aquello que puede ser caliente, y por tanto no puede ser ni más ni menos caliente, ni de otro modo de como es. Es en consecuencia, en relación con todas las cosas calientes, el creador del mismo poder-ser-hecho caliente y lleva a todo lo que es caliente del poder-ser-hecho al acto. Y es la causa eficiente, formal y final de todas las cosas calientes. Y está en todas las cosas calientes como la causa en lo causado, y todas las cosas causadas están en él como lo causado está en la causa. Y respecto de las cosas calientes no tendrá principio ni fin. Y no será de ningún modo la esencia de las cosas calientes, sino causa de la esencia, y no es nombrable mediante todos los nombres que corresponden a las cosas que son calientes.
 El poder volverse caliente tiene comienzo y no tiene fin. Y hay algunas cosas calientes en las que llega a su plenitud el poder ser hechas. Duran siempre. Hay otras que siguen a estas y son inestables. El calor es en ellas deficitario. Y aunque algunos consideren como lo caliente que es todo lo que lo caliente puede ser a este fuego que arde y es sensible, lo caliente en el sentido indicado no es este fuego, pues todo el calor de cualquier fuego sensible no es el fin de todo poder hacerse caliente, ya que todo calor sensible puede ser mayor. Más bien, lo que denominamos fuego es o bien de índole ígnea -como dice Platón- o bien algo inflamado, y por cierto no tan inflamado como podría ser inflamado. Por tanto, el fuego precede de suyo a todo lo inflamable y lo inflamado. Es causa de lo uno y de lo otro y es, con anterioridad a todo fuego sensible, completamente invisible y desconocido. Es por ello semejante a la causa primera, como expone ampliamente Dionisio. Esto lo vio aquel santo, al afirmar que Dios es un fuego en combustión.
 Anterior, sin embargo, a este fuego sensible es el movimiento y la luz. Pues merced al movimiento lo inflamable se inflama y a este proceso va unido la luz. De lo luminoso cabe decir lo mismo que de lo cálido, y de la luz lo mismo que del fuego. Igualmente cabe decir que ni el sol ni ninguna otra cosa sensible es la luz, que es la causa de todas las cosas luminosas, sino que todas ellas son luminosas y no la luz misma. Y esto mismo vale para lo frío, lo húmedo y todas las cosas, que son participadas en mayor o menor grado.
 Como dice Proclo, la unidad es el principio de toda muchedumbre.»
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Sígueme, en traducción de Mariano Álvarez Gómez. ISBN: 978-84-301-1866-3.]

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