miércoles, 31 de enero de 2018

Un manifiesto hacker.- McKenzie Wark (1961)


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Hackear

«[074] Lo virtual es el verdadero dominio del hacker. A partir de lo virtual, el hacker produce expresiones siempre nuevas de lo real. Para el hacker, lo que se representa como verdadero es siempre parcial, limitado, incluso falso, quizás. Para el hacker, lo real siempre lleva expresado un excedente de posibilidad, el excedente de lo virtual. Ése es el dominio inagotable de lo que es verdadero pero no real, lo que no es pero que podría devenir. El dominio en el que, como dice Massumi, "lo que no puede experimentarse no puede dejar de sentirse". Hackear es liberar la virtualidad en lo real, expresar la diferencia de lo verdadero.
 [075] Cualquier dominio de la naturaleza tiene la capacidad de producir lo virtual. Al abstraer de la naturaleza, el hacker produce la posibilidad de otra naturaleza, una segunda naturaleza, una tercera naturaleza, naturalezas hasta el infinito, doblándolas y redoblándolas. Al hackear se descubre la naturaleza de la naturaleza, sus fuerzas productivas y destructivas. Esto sucede tanto en la física como en la sexualidad, tanto en la biología como en la política, tanto en la informática como en el arte o la filosofía. La naturaleza de todo dominio puede ser hackeada. La naturaleza del hackeo consiste en descubrir libremente, inventar libremente, crear y producir libremente. Sin embargo, la naturaleza del hackeo en sí no contempla explotar las abstracciones así producidas.
 [076] Cuando el hackeo se ve representado en la abstracción de los derechos de la propiedad, la información como propiedad crea entonces la clase hacker como tal. Esta propiedad intelectual es un tipo de propiedad diferente a la de la tierra o el capital, puesto que sólo una creación cualitativamente nueva puede reivindicarla. No obstante, cuando queda capturado por la representación de la propiedad, el hackeo se convierte en el equivalente de cualquier otra propiedad, en un valor mercantilizado. La clase vectorial mide su valor neto con la misma moneda que los capitalistas y los pastoralistas, de modo que convierten en patentes y copyrights en equivalentes de fábricas o campos.
 [077] Mediante la aplicación de formas de abstracción siempre nuevas, la clase hacker produce la posibilidad de producción, la posibilidad de hacer algo con el mundo... y de vivir del excedente producido mediante la aplicación de la abstracción a la naturaleza, a cualquier naturaleza. La abstracción, una vez empieza a ser aplicada, puede parecer extraña, "antinatural", y puede conllevar cambios drásticos. Si persiste, no tarda en darse por supuesta. Se convierte en una segunda naturaleza. Mediante la producción de nuevas formas de abstracción, la clase hacker produce la posibilidad del futuro. Por supuesto, no toda nueva abstracción reporta una aplicación productiva para el mundo. En la práctica hay pocas innovaciones que lo consigan. No obstante, rara vez puede saberse a priori qué abstracciones se engranarán con la naturaleza de una manera productiva.
 [078] A los hackers les interesa ser libres para hackear por hackear. Hackear libre e ilimitadamente para crear algo nuevo no sólo produce "el" futuro, sino una serie posible e ilimitada de futuros, el futuro en sí como virtualidad. Cada hackeo es una expresión de la inagotable multiplicidad del futuro, de la virtualidad. No obstante, si ha de verse realizado como forma de propiedad y recibir un valor, el hackeo no debe tomar la forma de expresión de la multiplicidad, sino de representación de algo repetible y reproducible. La propiedad sólo atrapa un aspecto del hackeo, su representación y su cosificación como propiedad. No puede capturar la virtualidad infinita e ilimitada de la que el hackeo extrae su potencial.
 [079] Sancionado por la ley, el hackeo se convierte en una propiedad limitada y la clase hacker emerge, como emergen todas las clases, de una relación con una forma de propiedad. Igual que la tierra o el capital como formas de propiedad, la propiedad intelectual impone una relación de escasez. Asigna a un propietario el derecho a una propiedad a costa de los no propietarios, a una clase de propietarios a costa de los desposeídos. "La filosofía de la propiedad intelectual cosifica el racionalismo económico como un rasgo humano natural."
 [080] Por su naturaleza misma, el acto de hackear sobrepasa los límites que le impone la propiedad. Los nuevos hackeos desbancan a los anteriores y los devalúan como propiedad. El hackeo toma información que ha quedado devaluada en exceso por la repetición en forma de comunicación y vuelve a producir nueva información partiendo de ella. Esto hace que la clase hacker esté más interesada en la libre disponibilidad de la información que en derechos exclusivos. El aspecto inmaterial de la naturaleza de la información implica que el hecho de que una persona posea una información no impide que otra también la posea. Los campos de la investigación pertenecen a un orden de abstracción diferente del de los campos agrícolas. Mientras que la exclusividad de la propiedad puede ser necesaria con la tierra, no tiene ningún sentido en la ciencia, el arte, la filosofía, el cine o la música.
 [081] En la medida en que el hackeo se encarna en la forma de propiedad, lo hace de una manera muy peculiar, de un modo tal que le confiere a la clase hacker unos intereses de clase bastante diferentes de los de otras clases, ya sean explotadoras o explotadas. El interés de la clase hacker reside, en primer lugar, en la libre circulación de la información, siendo ésta la condición necesaria para la expresión renovada del hackeo. Sin embargo, la clase hacker como tal también tiene interés táctico en la representación del hackeo como propiedad, como algo de lo que se pueda derivar una fuente de ingresos que le dé a la clase hacker cierta independencia de las clases dominantes. La clase hacker hace entrar lo virtual en lo histórico cuando hackea una vía para hacer que esto último desee una forma concreta de lo primero.
 [082] La naturaleza misma del hackeo provoca una crisis de identidad en el hacker. El hacker busca una representación de lo que es ser hacker en las identidades de otras clases. Algunos se ven como vectorialistas, y explotan la escasez de su propiedad. Otros se ven como trabajadores, pero trabajadores privilegiados en la jerarquía de los asalariados. La clase hacker se produce a sí misma como tal, pero no por sí misma. No posee (aún) consciencia de su consciencia. No es consciente de su propia virtualidad. A causa de su incapacidad -hasta el momento- de convertirse en clase por sí misma, continuamente se escinden fracciones de la clase hacker que acaban identificando sus intereses con los de otras clases. Los hackers corren el riesgo, en concreto, de acabar identificados a ojos de las clases trabajadora y agricultora con los intereses vectorialistas, que buscan privatizar la información necesaria para la vida productiva y cultural de las demás clases.
 [083] Hackear es abstraer. Abstraer es producir un plano en el que cosas diferentes pueden entablar una relación. Es producir los nombres y los números, las ubicaciones y las trayectorias de esas cosas. Es producir tipos de relaciones y relaciones de relaciones que pueden entablar las cosas. La hazaña del hacker es diferenciar los elementos activos dispuestos en un plano con un mismo objetivo, ya sea en el ámbito de lo técnico, lo cultural, lo político, lo sexual o lo científico. Una vez lograda la abstracción creativa y productiva en tantos ámbitos, la clase hacker tiene que producirse aún a sí misma como su propia abstracción.»

 [El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Alpha Decay, en traducción de Laura Manero. ISBN: 84-934278-8-8.]

martes, 30 de enero de 2018

"La Biblia".- Anónimo (900 a.C. - 100 d.C.)


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Proverbios
 
Atenciones debidas al prójimo

«No niegues un beneficio al que lo necesita, / siempre que en tu poder esté el hacérselo.
 No le digas al prójimo: "Vete y vuelve, / mañana te lo daré", si es que lo tienes a mano.
 No trames mal alguno contra tu prójimo / mientras él confía en ti.
 No pleitees con nadie sin razón / si no te ha hecho agravio.
 No envidies al violento / ni elijas sus caminos.
 Porque el perverso es abominado de Yavé, / que sólo tiene sus intimidades para con los justos.
 En la casa del impío está la maldición de Yavé, / que bendice la morada del justo.
 Escarnece a los escarnecedores / y da su gracia a los humildes.
 Gloria heredarán los sabios, / mas los necios adquirirán ignominia.
 
 Cosas odiosas a Dios

 Seis cosas aborrece Yavé / y aun siete abomina su alma:
 Ojos altaneros, lengua mentirosa, / manos que derraman sangre inocente.
 Corazón que trama iniquidades, / pies que corren presurosos al mal.
 Testigo falso, que difunde calumnias / y enciende rencores entre hermanos.

 Consejos

 El que corrige al petulante se acarrea afrenta / y el que reprende al impío, ultraje.
 No reprendas al petulante, que te aborrecerá; / reprende al sabio y te amará.
 Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; / enseña al justo y acrecerá su saber.
 El principio de la sabiduría es el temor de Yavé; / conocer al Santo, eso es inteligencia.
 Porque por mí se aumentarán tus días / y se te añadirán años de vida.
 Si eres sabio, para ti lo serás; / si eres petulante, tú lo pagarás.

La felicidad

 Corazón alegre hace buena cara, / pero la pena del corazón abate el alma.
 El corazón prudente busca la sabiduría, / pero la boca del necio se apacienta de necedad.
 Los días del pobre todos son malos, / pero la alegría del corazón es un perenne banquete.
 Mejor es poco con el temor de Yavé / que muchos tesoros con la turbación.
 Mejor comer legumbres donde hay amor / que comer buey cebado donde hay odio.
 El iracundo promueve contiendas, / el que tarde se enoja aplaca las rencillas.
 El camino del perezoso es seto de espinas, / el sendero de los rectos es llano.
 El hijo sabio alegra a su padre; / mas el necio menosprecia a su madre.
 Al falto de sentido le agrada la necedad, / pero el hombre prudente endereza sus caminos.
 Frústranse los planes donde no hay consejo, / pero se logran por el consejo de muchos.
 Gusta saber qué responder, / y la palabra dicha a tiempo ¡cuánto bien hace!
 El inteligente va hacia arriba por el camino de la vida, / para apartarse del sepulcro abajo.

Sabiduría práctica

 Es parco en palabras quien tiene la sabiduría; / y el de ánimo pacato es hombre inteligente.
 Aun el necio, si calla, pasará por sabio, / y por inteligente si cierra sus labios.
 Busca pretextos el que se desvía, / y por cualquier cosa se enfurece.
 Al necio no le agrada la prudencia, / sino el manifestar su corazón.
 Con la impiedad viene el desprecio; / con la deshonra, la vergüenza.
 Aguas profundas son las palabras del hombre; / arroyo desbordado, fuente de la sabiduría.
 No está bien tener aceptación del rostro del impío / para dar de lado al justo en el juicio.

Educación

 La vara y el castigo dan sabiduría; / el muchacho consentido es la vergüenza de su madre.
 Con el crecer de los malos crece la iniquidad, / pero los justos verán su caída.
 Corrige a tu hijo y te dará tranquilidad / y hará las delicias de tu alma.
 Sin profecía el pueblo va desenfrenado, / pero el que guarda la Ley, dichoso él.
 No con solas palabras se corrige el esclavo, / porque entiende bien; pero de obedecer, nada.»


 [El extracto pertenece a la edición de la Biblioteca de Autores Cristianos, 1977. ISBN: 84-220-0258-2.] 

lunes, 29 de enero de 2018

Meditaciones cartesianas.- Edmund Husserl (1859-1938)


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Quinta meditación: Descubrimiento de la esfera del ser trascendental como intersubjetividad monadológica
 53.-Las potencialidades de la esfera primordial y su función constitutiva en la apercepción del otro

«Mi cuerpo físico orgánico, en cuanto referido a sí mismo, tiene su modo de darse del aquí central; todo otro cuerpo físico, lo mismo que el cuerpo físico del otro, tiene el modo del allí. En virtud de mis cinestesias, esta orientación del allí puede ser libremente cambiada. Al mismo tiempo, en el cambio de las orientaciones, se constituye en mi esfera primordial la naturaleza espacial única, y precisamente se constituye con una referencia intencional a mi corporalidad orgánica en cuanto ésta funciona perceptivamente. El hecho de que mi cuerpo físico orgánico sea aprehendido y sea aprehensible como cualquier otro cuerpo físico natural que existe y se mueve en el espacio, está manifiestamente ligado a la posibilidad que se enuncia en las palabras: yo puedo cambiar mi posición de tal manera que podría transformar todo allí en un aquí, es decir, que yo podría ocupar corporalmente cualquier lugar espacial, mediante la libre modificación de mis cinestesias, y en particular del andar. Esto implica que yo, percibiendo a partir de allí, vería las mismas cosas, sólo que en los modos de aparición distintos, que pertenecen al "ser yo mismo allí". Es decir, que a toda cosa pertenecen constitutivamente no sólo los sistemas de aparición de mi momentáneo a partir de aquí, sino también sistemas enteramente determinados correspondientes al cambio de posición que me coloca en ese allí. Y así para cada allí.
 Ahora bien, estos nexos o más bien estas correspondencias de la constitución primordial de mi naturaleza, caracterizados, a su vez, como asociativos, ¿no deberían ser esencialmente examinados para contribuir a la aclaración de la efectuación asociativa de la experiencia de lo extraño? Pues yo no apercibo al otro, simplemente, como duplicado de mí mismo, es decir, con mi esfera original o con una igual, ni con los modos espaciales de aparición que me son propios a partir de mi "aquí", sino que, examinando la cuestión más detenidamente, yo lo apercibo con modos espaciales de aparición iguales a los que yo tendría si yo fuera hasta allí y estuviera allí. El otro, además, es apercibido apresentativamente como el yo de un mundo primordial, o sea, como el yo de una mónada en la cual su cuerpo orgánico está originariamente constituido y es experimentado en el modo del aquí absoluto, justamente como el centro funcional de su gobierno. En esta apresentación, por tanto, el cuerpo físico que se presenta en mi esfera monádica, en el modo allí y que es apercibido como cuerpo físico-orgánico extraño, como cuerpo orgánico del alter ego, indica el mismo cuerpo físico en el modo del aquí, en cuanto experimentado por el otro en su esfera monádica. Pero esto indica de una manera concreta, con toda la intencionalidad constitutiva, que ese modo de darse se efectúa en la experiencia del otro.»

 [El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Tecnos, en traducción de Mario A. Presas. ISBN: 84-309-1242-8.]
 

domingo, 28 de enero de 2018

Fábulas.- Ramón de Campoamor (1817-1901)


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Humoradas
 
I
«La niña es la mujer que respetamos / y la mujer la niña que engañamos.

II
Según creen los amantes / las flores valen más que los diamantes.
Mas ven que al extinguirse los amores,
valen más los diamantes que las flores. [...]

V
Algún día, a pesar de tus encantos, / te matará otro a ti cual tú me matas,
que, en materia de ingratos y de ingratas, / venimos a salir tantas a  tantos.

VI
Ser fiel, siempre que quieres, es tu lema. / Pero tú, ¿quieres siempre? He aquí el problema. [...]

 XI
Hay quien pasa la vida / en ese eterno juego
de hacer caer a la mujer, y luego / rehabilitar a la mujer caída. [...]

XIII
Si la codicia de pedir es mucha, / el hombre reza, pero Dios no escucha. [...]

XV
Miré... pero no he visto en parte alguna / ir del brazo la dicha y la fortuna.

XVI
Cual todas, tú pretendes, como Elena / ser amada por bella y no por buena.

XVII
Ese ilustre mortal, lleno de hastío / era pobre al nacer; mas, rico ahora,
mirando a su palacio, siente frío, / cuando se acuerda de su choza, ¡llora!

XVIII
Te vi una sola vez, pero mi mente / te estará contemplando eternamente. [...]

XXIV
Si no quieres tu paz ver alterada, / cree mucho en Dios y en las mujeres, nada. [...]

XXVII
Al decirte hoy adiós, Hortensia mía, / permite a mi amistad que te declare
que, como el hijo de Sión, decía: / "de mí me olvide yo, si te olvidare". [...]

XXXV
Se matan los humanos / en implacable guerra
por la gloria de ser, en mar y en tierra, / devorados por peces y gusanos. [...]

XXXVII
Como todo es igual, siempre he tenido / un pesar verdadero
por el tiempo precioso que he perdido, / por no haber conocido
que el que ve un corazón ve el mundo entero. [...]

XXXIX
Te morías por él, pero es lo cierto / que pasó tiempo y tiempo, y no te has muerto. [...]

XLIV
A todo ser creado / le gusta, como a Dios, ser muy amado.

XLV
Procura hacer, para apoyar la frente, / un blando cabezal de la conciencia.
Para poder dormir tranquilamente / no hay un opio mejor que la inocencia.

XLVI
Sé firme en esperar, que de este modo / algo le llega al que lo espera todo.

XLVII
El amor a los niños y a las flores, / son amores tan dignos de los cielos,
que son tal vez los únicos amores / que nunca dan a los amantes celos. [...]

LXI
La amé el año pasado / y ya hace un siglo, o dos, que la he olvidado. [...]

LXXII
Preguntas ¿qué es amor? Es un deseo / en parte terrenal y en parte santo:
lo que no sé expresar cuando te canto: / lo que yo sé sentir cuando te veo.»


 [El extracto pertenece a la edición de Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.]
 
 

sábado, 27 de enero de 2018

El infinito en la palma de la mano.- Gioconda Belli (1948)


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Capítulo 12

«-No tenemos nada que comer -dijo Eva, mirando las higueras calcinadas.
 -Tengo algo -dijo Adán.
 Se levantó y fue a buscar el conejo que había dejado acomodado en la horqueta de un árbol cercano. Lo puso frente a Eva. Esperó su reacción. Donde él veía alimento, ella vio un animal yerto y sangrante. La mujer dio un grito y se tapó los ojos.
 -¿Está muerto, Adán, o volverá a la vida como el Fénix?
 -No. Está muerto.
 Ella abrió los ojos. Tocó la carne floja, inanimada del animal, observó las pupilas opacas.
 -¿Esto es lo que quieres que coma, la muerte?
 -Esta mañana, el gato vio un pajarillo, lo mató y se lo comió. Luego Caín atrapó un conejo y también lo comió. Cuando lo vi atrapar otro más, se lo quité y lo traje para que lo comamos nosotros. Tendremos que matar otros animales y comerlos, si es que queremos sobrevivir. Me lo dijo la Serpiente. Ella ha comido ratas y venados. No podemos comer sólo higos. La carne del conejo no está mal. La probé.
 -¿Y tú le crees a la Serpiente, Adán? ¿Crees que tengamos que matar para vivir?
 Eva lo miraba incrédula, asustada.
 -Sólo sé que apenas vi al gato comer el pajarillo, comprendí que eso es lo que debemos hacer. Hay muchos conejos, Eva.
 Eva inclinó la cabeza, cruzó las manos por detrás del cuello en un gesto de desesperación.
 -¿Quién es el Otro? ¿Quién es la Serpiente? ¿Quiénes son estos seres, Adán? ¿Qué quieren de nosotros? Uno nos engaña, el otro nos castiga. Pretenden ser nuestros amigos, pero se contradicen entre ellos. Si comer una fruta nos ha traído este castigo, ¿qué crees que sucederá si matamos para comer? Yo no quiero matar, Adán. ¿Cómo sabremos qué matar y qué no? Matar para comer -repitió ella, con expresión de repugnancia y asombro-. ¿A quién se le ocurrió?
 -Te dije que hay muchos conejos. Elokim los haría con ese propósito.
 -Te aseguro que al conejo que mates le tiene sin cuidado que haya muchos más. ¿Y si otro animal decide que nosotros somos sus conejos?
 -Día a día tendremos que vivir y aprender. No puedo responder todas tus preguntas.
 -No debes matar. Me lo dice todo el cuerpo. Si la muerte es semejante castigo, ¿por qué tenemos que dársela a otros? A Elokim parece que le resulta difícil ponerse en nuestro lugar, piensa que sabe lo que más nos conviene, pero yo sí puedo ponerme en el lugar del conejo. Pobre criatura. Míralo, hecho un despojo.
 -No se trata de matar por matar, sino de matar para sobrevivir.
 -No era así en el Jardín.
 -Tú querías conocer el Bien y el Mal. Quizás esto sea el mal. Tendremos que probarlo. Si no, moriremos.
 -De cualquier manera, moriremos.
 -Elokim dijo que nuestro tiempo no ha llegado.
 -Así que te parece que éste es el mal que debemos probar.
 -Sí.
 -Pero somos libres, Adán, podemos escoger. Si crees que nos equivocamos una vez, ¿por qué equivocarnos de nuevo? Nos han dejado solos. Es nuestra la decisión de cómo queremos vivir.
 Adán la miró largamente. Admiró su vehemencia. Pero era ella quien los había puesto en aquella encrucijada. No había tenido miedo de conocer el Bien y el Mal y ahora tenía miedo de lo que tendrían que hacer para vivir.
 -Tú comiste la fruta.
 -Quería saber, Adán. Ahora sé más de lo que sabía cuando estábamos en el Jardín. Por eso te pido que no mates.
 -Si no hubiésemos comido la fruta, quizás nunca hubiésemos tenido que matar, pero ahora estamos solos. No puedo hacer lo que pides. Yo también sé lo que tengo que hacer. Quizás no te toque a ti matar. Quizás por eso seamos diferentes.
 -Quizás, Adán. Piensa eso si quieres.
 -Soy más grande y fuerte que tú. Me siento responsable de que logremos sobrevivir.
 -Yo me siento responsable de cuidarte. Y parece que tendré que empezar por cuidarte a ti de ti mismo. No somos animales, Adán.
 -¿Cómo lo sabes? Lo único que nos diferencia de ellos son las palabras que usamos.
 -Y el conocimiento.
 -Sé que debemos comer. Los animales lo saben también. Sólo a ti te disgusta.
 -Me perturba tener que matar.
 -Así está dispuesto. No lo dispusimos nosotros.
 -Tendrás que endurecerte para hacerlo. Aprenderás a ser cruel.
 -Quizás esté mal, Eva, pero el Mal también es parte del conocimiento.
 Eva pensó con nostalgia en la luz y quietud del Jardín. En la eternidad. Recordó el reposo de su ánimo, los pensamientos simples de su mente ajena al sobresalto, al llanto, a la angustia o a la rabia; aquel flotar leve de hoja sobre la superficie del agua.
 -Si no hubiésemos comido la fruta -dijo ella mirándolo a los ojos- yo jamás habría probado un higo o una ostra. No habría visto el Fénix resurgir de sus cenizas. No habría conocido la noche. No reconocería que me siento sola cuando te vas, ni habría sentido cómo mi cuerpo tan frío aún en medio del incendio se llenó de calor apenas oí que me llamabas. Seguiría viéndote desnudo sin que me turbaras. Nunca habría sabido cuánto me gusta cuando te deslizas como un pez dentro de mí para inventar el mar.
 -Y yo no habría sabido que no me gusta que tengas hambre. Me parece cruel verte palidecer y no hacer nada por evitarlo. Yo no decidí que las cosas fueran así, Eva. Yo aprendo de lo que veo a mi alrededor.»

 [El extracto pertenece a la edición en español de la Editorial Seix Barral, 2008. ISBN: 978-84-322-1249-9.]
 

viernes, 26 de enero de 2018

El nadador.- John Cheever (1912-1982)


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El océano

«Ah, mundo, mundo, mundo maravilloso y desconcertante, ¿cuándo empezaron mis problemas? Escribo esto en mi casa de Bullet Park. Son las diez de la mañana. Estamos a martes. Se me podría preguntar con toda razón qué estoy haciendo en Bullet Park un día de trabajo. Los únicos varones que quedamos por aquí son tres clérigos, dos enfermos crónicos y un viejo excéntrico de Turner Street que está completamente loco. Todo el barrio disfruta de la serenidad, de la quietud de un lugar donde las tensiones entre los sexos han quedado suspendidas: excepto las mías con mi mujer, por supuesto, y las de los tres clérigos. ¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué no tomo el tren para ir a Nueva York? Tengo cuarenta y seis años, disfruto de buena salud, me visto bien y sé más acerca de la fabricación y venta de Dynaflex que ninguna otra de las personas que trabajan en el ramo. Una de mis dificultades es que parezco más joven de lo que soy. Mi cintura no pasa de los setenta y cinco centímetros y tengo el pelo completamente negro; de manera que cuando le digo a la gente que era vicepresidente encargado de ventas y ayudante ejecutivo del presidente de Dynaflex -cuando le digo esto a un extraño en un bar o en el tren-, nunca me creen porque parezco demasiado joven.
 Míster Estabrook, el presidente de Dynaflex y en cierto sentido mi protector, era un entusiasta de la jardinería. Una tarde, mientras contemplaba sus flores, le picó un abejorro y murió antes de que pudieran llevarlo al hospital. Yo podría haber sido el nuevo presidente, pero prefería seguir ocupándome de las ventas y de la producción. Poco después, los miembros del consejo de administración -entre los que me encontraba- votamos en favor de una fusión con Milltonium Ltd., colocando a Eric Penumbra, el jefe de Milltonium, al timón. Yo voté por la fusión con ciertos recelos, pero los oculté y me ocupé de llevar a cabo la porción más importante del trabajo previo. Tenía que conseguir la aprobación de una serie de accionistas conservadores y desconfiados y, uno a uno, los fui convenciendo a todos. El hecho de que yo hubiese trabajado únicamente para Dynaflex desde que salí de la Universidad les inspiraba confianza. Pocos días después de que la fusión fuese una realidad, Penumbra me llamó a su despacho.
 -Bien -dijo-, lo ha conseguido.
 -Así es, efectivamente -respondí.
 Pensé que me estaba felicitando por el resultado de mi gestión. Había viajado por todos los estados de la Unión y hecho dos visitas a Europa. Ningún otro podría haberlo conseguido.
 -Lo ha logrado -dijo Penumbra con aspereza-. ¿Cuánto tiempo necesitará para marcharse?
 -No le entiendo -respondí.
 -¡Demonios! ¡Que cuánto tiempo le hará falta para irse! -gritó-. Está usted anticuado. No podemos permitirnos el lujo de tener gente como usted en este negocio. Le estoy preguntando cuánto tiempo necesita para marcharse.
 -Creo que una hora será suficiente -dije.
 -Bien, voy a darle hasta el final de la semana -dijo él-. Si quiere mandarme a su secretaria, yo me encargaré de despedirla. Realmente es usted un hombre afortunado. Con el retiro, la gratificación por el despido y el paquete de acciones de la compañía que posee seguirá cobrando casi el mismo dinero que yo y no tendrá que mover un dedo. -Después se levantó de la mesa y vino adonde yo estaba. Me pasó el brazo por encima del hombro y me dio un abrazo-. No se preocupe -dijo-. Estar anticuado es algo con lo que todos tenemos que enfrentarnos. Confío en que sabré conservar la calma tan bien como usted cuando me llegue la hora.
 -Así lo espero, desde luego -dije, y salí del despacho.
 Me fui a los lavabos, me encerré en uno de los retretes y lloré. Lloré por la deshonestidad de Penumbra, por el futuro de Dynaflex y por el porvenir de mi secretaria, una soltera de mediana edad, muy inteligente, que escribe narraciones breves en sus ratos libres; lloré amargamente por mi propia ingenuidad y por mi falta de doblez; lloré por dejarme abrumar por los hechos más básicos de la existencia. Al cabo de media hora me sequé las lágrimas y me lavé la cara. Recogí todas las cosas personales que tenía en el despacho, tomé el tren para volver a casa, y le conté a Cora lo que había sucedido. Yo estaba enfadado, por supuesto, y ella pareció asustarse. Empezó a llorar y se fue al tocador, que es el lugar que ha venido utilizando como muro de las lamentaciones desde que nos casamos.
 -En realidad no hay ningún motivo para llorar -dije-. Quiero decir que tenemos mucho dinero. Grandes cantidades de dinero. Nos podemos ir al Japón. O a la India. Podemos visitar las catedrales inglesas.
 Cora siguió llorando y llorando, y después de cenar llamé a nuestra hija Flora, que vive en Nueva York.
 -Lo siento, papá -dijo cuando le conté las noticias-. Lo siento muchísimo e imagino lo mal que lo estás pasando; me gustaría verte dentro de algún tiempo, pero no ahora mismo. Recuerda tu promesa..., prometiste dejarme en paz.
 El próximo personaje que entra en escena es mi suegra, que se llama Minnie. Minnie es una rubia de unos setenta años, con voz ronca y cuatro cicatrices en la cara, consecuencia de una operación de cirugía estética. Se la puede ver zascandileando alrededor de Neiman-Marcus, o en el vestíbulo de todos los grandes hoteles. Minnie usa la expresión "estar de moda" con gran flexibilidad. Cuando habla del suicidio de su marido en 1932 suele decir que "tirarse por la ventana estaba muy de moda". Cuando expulsaron del instituto a su hijo único por conducta inmoral y se fue a vivir a París con un hombre de más edad, Minnie dijo: "Me doy cuenta de que es repugnante, pero parece que está terriblemente de moda." Acerca de su atroz forma de arreglarse, suele decir: "No puedes figurarte lo incómodo que es, pero ¡está tan de moda!" Minnie es cruel y perezosa y Cora, su única hija, la odia. Mi esposa ha orientado su manera de ser por caminos que son diametralmente opuestos a los de Minnie. Cora es afectuosa, responsable, sobria y amable. Tengo la impresión de que para salvaguardar sus virtudes -para no perder la esperanza, en realidad-, se ha visto obligada a inventar una historia fantástica según la cual Minnie no es en realidad su madre; su madre es una señora prudente y muy simpática que se entretiene haciendo bordados.»
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de la Editorial Bruguera, en traducción de José Luis López Muñoz. ISBN: 84-02-09013-3.]

jueves, 25 de enero de 2018

Uso y abuso de la biología.- Marshall Sahlins (1930)


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1.- Crítica de la sociobiología vulgar

«La idea de una correspondencia fija entre las disposiciones humanas innatas y las formas sociales humanas constituyen un vínculo débil, una ruptura de hecho, en la cadena del razonamiento sociobiológico.
 Déjenme explicar en primer lugar, mediante un ejemplo muy simple, una cuestión de observación tópica. Consideremos la relación que hay entre la guerra y la agresión humana, lo que Wilson en un punto denomina "el auténtico júbilo biológico de la guerra". Es evidente que las personas que intervienen en una guerra -o, en realidad, en cualquier tipo de lucha- no son de modo alguno necesariamente agresivas, bien durante la acción o con anterioridad. Muchas de ellas están completamente aterrorizadas. Las personas que intervienen en una guerra pueden tener una serie de motivaciones para hacerlo y éstas suelen estar en contraste con una simple descripción conductista del acontecimiento como "violencia". Los hombres pueden verse movidos a luchar por amor (por ejemplo, al país) o por humanidad (ante la brutalidad atribuida al enemigo), por honor o algún tipo de amor propio, por sentimientos de culpa o por salvar el mundo para la democracia. Es difícil concebir a priori -y más difícil todavía a fortiori para un antropólogo- una disposición humana que no pueda ser satisfecha por la guerra, o más correctamente, que no pueda concitar una movilización social para su consecución. La compasión, el odio, la generosidad, la vergüenza, el prestigio, la emulación, el temor, el desprecio, la envidia, la codicia, es decir, desde el punto de vista etnográfico, las energías que mueven a los hombres a luchar, son prácticamente coincidentes con el abanico de las motivaciones humanas. Y eso en virtud de otro tópico de la experiencia común y antropológica: que las razones por las que luchan los individuos no son las razones por las que se producen las guerras.
 Si se expusieran una tras otra las razones por las que lucharon millones de americanos en la segunda guerra mundial, no explicarían la existencia o la naturaleza de esa guerra. Tampoco a partir del mero hecho de su lucha se podrían entender sus razones, ya que la guerra no es una relación entre individuos sino entre Estados (u otras formas políticas socialmente constituidas) y las personas participan en ellas no en su condición de individuos o de seres humanos, sino en su condición de seres sociales, y no exactamente esto, sino en sólo en una condición social específicamente contextualizada. "Ellos tratan de matarme", le dijo Yossarian tranquilamente. "Nadie trata de matarte." "Entonces, ¿por qué me disparan?" Yossarian habría obtenido algún consuelo de la respuesta de un Rousseau en vez de un Clevinger. En un estupendo pasaje de El contrato social, Rousseau justifica el título que algunos le darían de auténtico antecesor de la antropología afirmando el carácter de la guerra como fenómeno de naturaleza cultural, precisamente en contra de la visión hobbesiana de una guerra de hombre contra hombre basada en la naturaleza humana. [...]
 La cuestión general es que las disposiciones y las necesidades humanas no sólo se realizan, cumplen o expresan en la guerra; se movilizan. Es cierto que se puede entrenar y desencadenar simbólicamente la capacidad de agresión, y a menudo se hace. Pero la agresión no tiene por qué estar presente en un hombre que bombardea un blanco invisible en la jungla desde una altura de 7000 metros, aun cuando esté siempre tan subordinada al contexto cultural que, como en el caso de los antiguos hawaianos, un ejército de millares de soldados, al ver a uno de sus miembros ofrecido como sacrificio a los dioses del enemigo, abandonen rápidamente sus armas y huyan a las montañas. No es la agresión la que regula el conflicto social, sino el conflicto social el que regula la agresión. Es más, de este modo pueden intervenir diferentes necesidades, precisamente porque la satisfacción no depende del carácter formal de la institución sino del significado que se le atribuye. Para los hombres, las emociones se orquestan y realizan simbólicamente en las acciones sociales. Por lo que se refiere a las propias acciones, en cuanto hechos sociales, su adecuación no reside en su correspondencia con las disposiciones humanas sino en sus relaciones con el contexto cultural: igual que un acto de guerra se relaciona con una estructura de poder internacional, el comunismo ateo, el nacionalismo insolente, los fondos menguantes del capital y la distribución nacional del petróleo.
 ¿Constituye la violencia un acto de agresión y la generosidad un signo de "altruismo"? Los etnógrafos de Melanesia, así como los psicoanalistas de América, testificarán gustosos que a menudo la agresión se satisface efectuando enormes e innecesarios regalos. Porque, como dice el esquimal, "los regalos hacen esclavos, igual que los látigos hacen perros". En cambio, una persona podría herir a otra por un auténtico interés por la salud de ésta. El altruismo de un hombre se convierte en dolor en el trasero de un niño; y "créeme, hago esto por tu propio bien. Me duele a mí más que a ti". En los asuntos humanos existe una arbitrariedad motivacional del signo social que es paralela a la famosa arbitrariedad referencial del signo lingüístico de Saussure (en realidad, se debe a ella). Cualquier disposición psicológica es susceptible de plasmarse en un conjunto indefinido de realizaciones institucionales. Luchamos en los campos de deportes de Ann Arbor, expresamos la sexualidad pintando un cuadro e incluso cometemos agresiones y crímenes escribiendo libros y dando clases. A la inversa, es imposible decir de antemano qué necesidades se pueden satisfacer mediante una determinada actividad social. [...]
 En resumen, el razonamiento sociobiológico que va de la filogenia evolutiva a la morfología social se ve interrumpido por la cultura. Uno podría estar tentado de aceptar las afirmaciones más dudosas o no probadas que se encuentran en la base de esta cadena lógica; por ejemplo, que las disposiciones emocionales humanas están controladas genéticamente y que los controles genéticos se sedimentaron mediante procesos adaptativos en tiempos inmemoriales. Pero, incluso entonces, de ello no se deduciría que las limitaciones de la base biológica "orquestan nuestras respuestas conductuales" y explican, por tanto, las actuales ordenaciones sociales de los hombres, ya que entre los impulsos básicos que se pueden atribuir a la naturaleza humana y las estructuras sociales de la cultura humana existe una indeterminación crítica. Los mismos motivos humanos aparecen en diferentes formas culturales y diferentes motivos aparecen en las mismas formas. Al no haber una correspondencia fija entre el carácter de la sociedad y el carácter humano no puede haber determinismo biológico.
 La cultura es la condición esencial de esta liberación del orden humano, la necesidad emocional o motivacional. Los hombres interactúan en los términos de un sistema de significados, atribuidos a las personas y a los objetos de su existencia, pero precisamente porque esos atributos son simbólicos no se pueden descubrir en las propiedades intrínsecas de las cosas a las que se refieren.»
 
  [El extracto pertenece a la edición en español de Siglo XXI de España Editores, en traducción de Eulalia Pérez Sedeño. ISBN: 84-323-0448-4.]
 

miércoles, 24 de enero de 2018

Selección de trovas.- Gaucelm Faidit (1170-1202)


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Dura cosa es que todo el mayor daño

«I.- Dura cosa es que todo el mayor daño y el mayor duelo que yo jamás tuviera, ¡ay de mí!, y aquello que siempre debo lamentar llorando, tenga que decirlo y divulgarlo cantando, porque aquél que era cabeza y padre de valor, el poderoso valiente Ricardo, rey de los ingleses, ha muerto. ¡Ay, Dios, qué pérdida y qué daño! ¡Qué palabra tan extraña y cuán áspera de oír! Bien duro tiene el corazón todo aquel que puede soportarlo.
 II.- Ha muerto el rey, y han transcurrido mil años sin que existiera ni nadie viera hombre tan noble, ni jamás habrá ninguno que se le parezca: tan generoso, tan noble, tan aguerrido, tan dadivoso. Porque Alejandro, el rey que venció a Darío, no creo que diese ni que gastase tanto, ni que tanto valiesen Carlos ni Artús, pues, a decir verdad, en todo el mundo se hizo temer de los unos y alabar de los otros.
 III.- Me admira cómo en este falso mundo engañador puede existir hombre sabio y cortés, pues ya de nada valen hermosas palabras ni acciones meritorias. Así pues, ¿por qué uno se afana poco ni mucho? Muerte nos ha mostrado ahora qué puede hacer, pues de un solo golpe ha arrebatado al mejor del mundo, todo el honor, todos los gozos, todos los bienes; y pues vemos que nada puede escaparse de ella, deberíamos temer menos el morir.
 IV.-¡Ay, valiente señor rey! ¿Y qué será, de hoy en adelante, de las armas, de los rudos torneos tumultuosos de las ricas cortes y de las bellas dádivas magníficas y grandes, si no estáis vos, que erais capitán de todo ello? ¿Y qué harán los entregados a la desgracia, aquellos que se habían dado a vuestro servicio, que esperaban que llegase la recompensa? ¿Y qué harán aquellos -que deberían matarse- a los que habíais hecho llegar gran riqueza?
 V.-Tendrán gran congoja y vida vil, porque así les ha llegado dolor para siempre; y los sarracenos, turcos, paganos y persas, que os temían más que a otro hombre nacido de madre, crecerán tanto en orgullo y en su empresa, que el sepulcro será conquistado más tarde. Pero Dios lo quiere, que si no lo hubiese querido y vos, señor, vivierais, ciertamente tendrían que huir de Siria.
 VI.-Desde hoy no tengo esperanza de que vaya allí rey ni príncipe que sepa recuperarlo; pero todos aquellos que estén en vuestro lugar deben considerar cómo fuisteis amador de mérito y cuáles fueron vuestros dos valientes hermanos. el Joven Rey y el cortés conde Jaufré. Y al que quede en el lugar de vosotros tres le conviene tener corazón magnánimo y firme propósito de hacer buenas acciones y de buscar socorro.
 VII.- ¡Ay, Señor Dios, vos que sois verdadero perdonador, verdadero Dios, verdadero hombre, verdadera vida: piedad! Perdonadlo, que lo necesita y le apremia y no reparéis, Señor, en sus pecados y acordaos de cómo fue a serviros.

Del gran abismo del mar

 I.-Gracias a Dios estoy salvado del gran abismo del mar, de las molestias de los puertos y del peligroso faro, por lo que puedo decir y contar que he sufrido muchas penalidades y muchos tormentos. Y pues a Dios place que yo vuelva con corazón gozoso al Lemosín, de donde partí con pesadumbre, le doy gracias por el regreso y la honra, pues Él me los concede.
 II.-Mucho debo agradecer a Dios que quiera que sano y fuerte pueda volver al país, en el cual vale más un pequeño huerto que estar en otra tierra rico con gran bienandanza; pues sólo la amable acogida, las honradas acciones y las palabras agradables de nuestra dama y las dádivas de amorosa afabilidad y el dulce rostro valen por todo cuanto rinde otra tierra.
 III.-Ahora es justo que cante, pues veo alegría y placer, solaz y galantería, porque ello es vuestra concesión; y las fuentes, el claro río, prados y vergeles me dan alegría al corazón, pues todo me parece gentil ahora que no temo mar ni viento lebeche, maestral ni poniente, ni mi nave se balancea y ya no me dan más miedo galera ni saetía rápida.
 IV.-Si alguien para ganar a Dios y para salvar su alma se entrega a tales aflicciones, obra con justicia y no yerra; pero a aquel que para robar y con mal propósito va por mar, donde se padece tanto mal, le ocurre a menudo que, en un breve momento, cuando parece que va a subir, desciende, de modo que con desesperanza lo deja y arroja todo: el alma y el cuerpo y el oro y la plata.»
 
  [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Ariel, 1983, en traducción de Martín de Riquer. ISBN: 84-344-8364-5.]