domingo, 4 de febrero de 2018

Caligramas.- Guillaume Apollinaire (1880-1918)


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Maravilla de la guerra

«Qué hermosos esos cohetes que iluminan la noche
Trepan sobre su propia cumbre y se inclinan para mirar
Son damas que bailan con sus miradas a guisa de ojos brazos y corazones
He reconocido tu sonrisa y tu viveza

También es la cotidiana apoteosis de todas mis Berenices cuyas cabelleras se han transformado en cometas
Doradas bailarinas de todo tiempo y de cualquier raza
Bruscamente engendran niños a tiempo para su muerte

Qué hermosos todos esos cohetes
Pero sería mucho más hermoso si hubiera más todavía
Si hubiera millones de ellos con un sentido completo y relativo como las letras de un libro
Sin embargo es tan hermoso como si la propia vida surgiera de los moribundos

Pero aún sería más hermoso si hubiera más todavía
Los contemplo sin embargo como una belleza que se muestra y al momento se esfuma
Me parece asistir a un gran banquete iluminado a giorno
Es un banquete al que la tierra se invita
Está hambrienta y grandes bocas pálidas abre
Hambrienta está la tierra y este es su caníbal festín de Baltasar
Quién hubiera dicho que hasta ese punto se pudiera ser antropófago
Y que se necesitara tanto fuego para asar el cuerpo humano
Por ello hay en el aire un saborcillo empireumático que a fe mía no resulta desagradable
Pero más hermoso sería aún el festín si el cielo participara en él con la tierra
Él solo traga almas
Lo cual es una manera de no alimentarse
Y se contenta con hacer juegos malabares con fuegos multicolores

Pero en la dulzura de esta guerra me he deslizado con toda mi compañía a lo largo de las largas trincheras
Algunos gritos llameantes anuncian sin cesar mi presencia
He excavado el lecho por el que me deslizo ramificándome en mil riachuelos que a todas partes van
Estoy en la trinchera de primera línea y sin embargo me encuentro en todas partes o mejor dicho comienzo a estar en todas partes
Yo soy quien comienza esta historia de los siglos venideros
Más ha de tardar en realizarse que la fábula de Ícaro volador
Yo lego al futuro la historia de Guillaume Apollinaire
Que anduvo en la guerra y supo encontrarse en todas partes
En las felices ciudades de la retaguardia
En todo el resto del universo
En quienes pataleando en las alambradas mueren
En las mujeres en los cañones en los caballos
En el cenit en el nadir en los 4 puntos cardinales
Y en el ardor singular de esta vela de armas

Y sin duda sería mucho más hermoso
Si yo pudiera imaginar que todas esas cosas en cuyo interior por doquier me encuentro
Pudieran también ocuparme
Pero en este sentido aún no hemos llegado a nada
Porque si bien en todas partes estoy en estos momentos sin embargo el único que en mí se encuentra soy yo

La bonita pelirroja

Aquí estoy ante todos como un hombre en todo su juicio
Que conoce la vida y de la muerte cuanto un vivo puede conocer
Experimentado en los dolores y las alegrías del amor
Que ha sabido a veces imponer sus ideas
Conocedor de varias lenguas
Que ha viajado no poco
Y ha visto la guerra en Artillería y en Infantería
Herido en la cabeza trepanado bajo cloroformo
Que ha perdido a sus mejores amigos en la pavorosa lucha
Yo sé sobre lo antiguo y lo nuevo cuanto un único hombre podría de ambos saber
Y sin que esta guerra me inquiete hoy
Entre nosotros y para nosotros amigos míos
Yo juzgo esta antigua querella entre tradición e invención
           Entre el Orden y la Aventura
Vosotros cuya boca está hecha a imagen de la de Dios
Boca que es propiamente orden
Sed indulgentes al compararnos
Con quienes fueron la perfección del orden
Nosotros que por doquier la aventura buscamos

No somos nosotros enemigos vuestros
Queremos ofreceros amplios y extraños parajes
En los que el misterio en flor se entrega a quien quiere cogerlo
Hay en ellos fuegos nuevos colores nunca vistos
Mil quimeras imponderables
Que es preciso realizar
Queremos explorar la bondad región enorme en la que todo enmudece
También está el tiempo que se puede disipar o restaurar
Apiadaos de nosotros que combatimos siempre en las fronteras
De lo ilimitado y de lo venidero
Piedad para nuestros errores piedad para nuestros pecados

Aquí están llegando el verano la violenta estación
Y mi juventud ha muerto como la primavera
Oh Sol es la hora de la ardiente Razón
           Y yo espero
Para seguirla siempre la forma noble y dulce
Que para que a ella sola ame reviste
Llega y me atrae como a un hierro el imán
           Tiene el aspecto encantador
           De una adorable pelirroja

Diríase que sus cabellos de oro son
Un bello y duradero relámpago
O el pavoneo de esas llamas
En las rosas de té que se marchitan

Pero reíd reíd de mí
Hombres de todas partes sobre todo gentes de aquí
Pues hay tantas cosas que no me atrevo a deciros
Tantas cosas que no me dejaríais hacer
Apiadaos de mí»

 [El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra, en traducción de J. Ignacio Velázquez. ISBN: 84-376-0676-4.]
 

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