miércoles, 14 de febrero de 2018

Literatura popular árabe.- Serafín Fanjul (1945)


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  Selección de textos
 
Ŷeḥā y el judío (Sūf, Argelia)
 
«En una ocasión en que Ŷeḥā no tenía ni cinco compró en el zoco unas mercancías de un judío y ante la imposibilidad de pagar le buscó camorra y se puso a afirmar que le había liquidado la suma. Y no es que Ŷeḥā fuese un bribón, pero la necesidad obliga y -además- por unos géneros más o menos el judío no sería rico ni pobre, pues estaba podrido de dinero.
 El judío se empeñó en ir donde el cadí y Ŷeḥā consintió pero no sin decirle:
 -Ya te pagué. ¿Quieres que te pague de nuevo? Vaya, te acompaño al cadí, pero tú conoces las debilidades humanas: si llego al tribunal pobre, mal vestido y a pie, automáticamente fallarán a tu favor pues luces buena ropa y cabalgas esta hermosa mula. Si quieres ser equitativo, préstame tu gandüra¹ y montemos juntos sobre la mula, a fin de restablecer el equilibrio de las apariencias entre nosotros.
 El judío, buena persona y buen creyente, aceptó y al personarse ante el cadí presentó su querella contra Ŷeḥā diciendo:
 -Me llevó mercancías por un monto considerable y no quiere pagarme. Juro por Moisés y Aarón, por la Biblia y los Mandamientos que he dicho la verdad, oh, cadí.
 El juez se volvió hacia Ŷeḥā:
 -¿Qué respondes a esta acusación?
  Ŷeḥā contestó:
 -Oh, cadí, simplemente digo que este judío está loco. Es como si le diera por decir que esta gandüra le pertenece...
 Ante eso el judío empezó a gritar:
 -¡Y vaya si me pertenece! Desde luego, esta gandüra es mía... 
 Entonces Ŷeḥā, majestuoso, puso al tribunal por testigo:
 -¿Estáis oyendo, jueces? Primero que no le pagué las mercancías, ahora pretende que mi gandüra es suya. Si seguís oyéndole va a deciros que mi mula es de su propiedad. 
 Y el judío, gritando más fuerte:
 -¡Pero, claro, la mula también es mía!
 Hastiados el cadí y sus ayudantes se levantaron y pronunciaron la sentencia:
 -La causa ha sido vista y tú, judío, desde luego que estás loco.

Ŷeḥā y las tripas (Sūf, Argelia)

Ŷeḥā compró cierto día en el zoco unas tripas enteras de carnero. Cuando iba de vuelta, a lo largo del camino, las gentes le interrogaban:
 -Eh, Ŷeḥā, ¿a cuánto compraste las tripas?
 Al fin, harto de repetir la misma respuesta, golpeó a uno de los preguntones en la cabeza con el paquete de intestinos. Por ello se le condujo ante el sultán, que le dijo:
 -Golpeaste a un buen musulmán con unas tripas, le humillaste y le emporcaste. ¿Qué puedes alegar en tu defensa?
  Ŷeḥā replicó:
 -¡En primer lugar, elogia al Profeta!
 El sultán lo hizo:
 -¡Que Dios lo bendiga y salve!
 Ŷeḥā insistió:
 -¡Repite la jaculatoria del Profeta!
 Y el sultán de nuevo:
 -¡Que la paz de Dios sea sobre él!
 Y Ŷeḥā, terco:
 -¡Todavía otra por el Profeta!
 El sultán rabioso, pues temía que fuera de guasa, ordenó que le azotaran. Ŷeḥā, entonces, se explicó:
 -Señor, tú te airaste solamente porque te pedí jaculatorias sobre el Profeta, que son las mejores palabras que un musulmán puede proferir, y llegaste a ordenar que me azotasen por esta petición tan piadosa. ¿Cómo quieres que yo no me enfadase oyendo toda la mañana "¿Cuánto pagaste por esas tripas? Y tripas y tripas y tripas..."
 El sultán se echó a reír, le perdonó y le recompensó de buen grado.

 Ŷeḥā y el huertero (Sūf, Argelia)

 Cierto día Ŷeḥā tenía hambre. Estaba en el campo y no tenía otra solución a su alcance mejor que robar zanahorias y nabos en una huerta próxima. Por otra parte, unos y otras, bien maduros bajo el sol africano, resultan bastante tentadores para cualquiera. Así que dicho y hecho, pero justo en el preciso momento en que arrancaba un grueso nabo apareció el huertero provisto de una enorme cachaba que levantó sobre el pobre Ŷeḥā en tanto le interrogaba:
 -¿Qué haces aquí, Ŷeḥā?
 Y éste contestó:
 -Ay, señor, un golpe de viento me arrastró hacia aquí.
 Y el otro:
 -Bueno, admitámoslo. Pero, entonces, ¿por qué estás agarrando ese nabo por el tallo?
 -Ay, señor mío, es para que el viento no me arrastre por segunda vez.
 Pero el huertero, implacable, volvió a la carga:
 -Pero, ¿por qué llevas la capucha llena de nabos?
 -Cuando tú llegabas, señor mío, yo mismo estaba a punto de preguntármelo.
 Y el huertero, buen chico, tomó a chacota la cosa y dejó a Ŷeḥā marchar con la capucha llena de nabos.»
 
(1) Gandüra: ropa talar masculina mu amplia y cómoda que llega hasta las rodillas y carece de mangas. Es utilizada en Argelia, Libia y Túnez (donde se llama Yubba). 
 
 [El extracto pertenece a la edición de Editora Nacional. ISBN: 84-276-0421-1.]
 

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